
Era una mujer buena y entregada a los demás. Ayudó como partera a alumbrar a 300 niños en Bermillo de Sayago sin cobrar un "duro". Las prebendas que recibía eran los productos que se criaban en el campo. Su último parto lo atendió con 80 años y su memoria es historia viva de un pueblo al que llegó siendo una jovenzuela desde su natal Alfaraz de Sayago. Pero ha tenido que esperar casi 40 años para que su trabajo y bondad fueran reconocidos en un homenaje que se le rindió anoche, en su localidad de adopción, organizado por La Mayuela.
Carolina de San Eusebio era, sobre todo, una mujer buena. Así la define su nieta Teresa Araújo, emocionada aún por el recuerdo del reconocimiento del que fue anoche protagonista su abuela, un homenaje de todo un municipio en el que aún residen o regresan de vacaciones algunos de aquellos niños a los que ayudó a nacer.
La historia de Carolina San Eusebio comenzó cuando dejó atrás Alfaraz de Sayago para trasladarse a Bermillo, siendo todavía muy joven. Comenzó a trabajar enseguida con el médico del pueblo, Don Amador, al que acompañaba para asistir los partos. Su buen hacer con las madres recién paridas llevó al médico a dejar en manos de Carolina ese trabajo y don Amador solo acudía cuando el alumbramiento se presentaba complicado.
Con 80 años acudió a su último parto para ayudar a traer a la vida al quinto hijo de una familia con un bar a su cargo y sus manos expertas y bondadosas sostuvieron hasta 300 niños. Nunca cobró nada a aquellas familias que tenían una media de 4 o 5 hijos y que trataban, como ella, de sobrevivir en una provincia pobre, donde no sobraba ni la tierra que se labraba.
Para subsistir lavaba ropa y con las mismas manos con las que acariciaba y daba calor a los recién nacidos, rompía el carámbano de la ribera para poder dejar como la "patena" las prendas que cubrían a toda la familia.
"Mi abuela eran todo bondad, Nunca se enfadaba y siempre estaba disponible", recuerda su nieta. Tan disponible que era ella la que estaba en el bautizo de aquellos bebés a los que se acristianaba a los 8 días de nacer, sin esperar a que pasara la cuarentena que debían guardar sus madres.
"Siempre recuerdo ver a mi abuela con la jarra de agua y el paño blanco para los bautizos", rememora Teresa Araújo, que cuenta como su abuela asistió al parto de los 9 hijos de una misma familia o como crio a otro niño mientras su madre se ocupaba del ganado. Esa presencia infantil la recuerda su nieta en forma de cuna, ocupada por un bebé que no era hijo de Carolina, pero que acabó siendo uno más de sus vástagos.
Anoche, 40 años después esos recuerdos afloraron en un homenaje en el que se agradeció la labor de una mujer buena con la colocación de una placa de agradecimiento en la fachada de la casa en la que vivió.
Hay mujeres que tejen vida y mujeres que salvan vidas. Carolina San Eusebio fue una de ellas, una partera con vocación que alumbró el camino de esos niños que hoy sobrepasan ya los 45 años.