En el salón de Plenos del Ayuntamiento de Zamora se vivió este viernes un momento que trascendió lo institucional. Entre aplausos y ahora gritos de "Palestina libre', Zamora y la ciudad de Beit Jala, situada junto a Belén, sellaron un hermanamiento histórico, un gesto simbólico pero cargado de significado en tiempos de guerra y desolación.
El alcalde de Zamora, Francisco Guarido, calificó la jornada como “un acto de justicia” y subrayó que este hermanamiento “no es solo un gesto protocolario, sino un compromiso moral con un pueblo que sufre”. Recordó los paralelismos entre ambas ciudades: el peso del patrimonio histórico, los cultivos de viñedos, el valor del paisaje y el esfuerzo de sus gentes.
“Los ayuntamientos estamos para dar servicios a los ciudadanos, pero también para actos de justicia como este”, expresó Guarido, convencido de que Zamora aporta con este gesto su granito de arena a favor de la paz y la dignidad humana.
Durante el acto, se proyectó un breve vídeo que mostró la vida cotidiana de Beit Jala, su riqueza cultural y su entorno natural, una imagen de normalidad que contrasta con las noticias de destrucción que cada día llegan desde la región. Guarido no eludió la dureza del contexto: “Mientras en los medios se repiten las imágenes de la destrucción, nosotros queremos poner rostro a la vida, a la esperanza, y exigir el fin del genocidio que está perpetrando Israel en la Franja”.
El alcalde de Beit Jala, Issa Farah, tomó la palabra y con voz firme denunció cómo “la maquinaria de la guerra ha destruido universidades, bibliotecas, escuelas, hospitales y centros culturales”, dejando un país herido pero no vencido. “La voluntad de vida del pueblo palestino no será derrotada"—afirmó. La voz de la cultura y de la libertad jamás será silenciada. Palestina seguirá latiendo con vida”, manifestó durante su discurso que tradujo un acompañante.
Farah prometió que este hermanamiento marcará el inicio de una cooperación real con Zamora en los ámbitos de la cultura, la educación, el arte, la juventud y el medioambiente, y que la relación entre ambas ciudades será “un ejemplo vivo de cómo se construyen puentes de amistad entre los pueblos”. “Beit Jala continuará siendo un faro de paz y de humanidad, extendiendo su mano a todas las ciudades que creen en la justicia y en la libertad”, concluyó.
Como testigo de excepción asistió Sira Abed Rego, ministra de Juventud e Infancia del Gobierno de España, de origen cisjordano, que quiso acompañar este acto de unión y esperanza entre dos ciudades separadas por miles de kilómetros, pero unidas por la voluntad de tender puentes donde otros levantan muros.
Al igual que Francisco Guarido la ministra coincidió en que este acto trasciende lo meramente "protocolario", al entender que se trata de un "gesto de fraternidad" y "compromiso político" entre pueblos.
Rego reivindicó la fraternidad como uno de los valores esenciales de la vida pública, “no como una emoción o una palabra decorativa”, sino como una forma exigente de hacer política, que reconoce que “el destino del otro también nos concierne”.
Durante su discurso, la ministra dedicó buena parte de sus palabras a recordar la situación del pueblo palestino, denunciando las condiciones de vida bajo la ocupación y la “espiral de arrogancia” de los colonos, alentada —dijo— por el silencio internacional. Subrayó la resistencia cotidiana del pueblo palestino, “que apuesta por la vida cada día, cocinando, abriendo sus tiendas o cantando pese a la amenaza constante”.
Rego advirtió de que no habrá paz sin justicia, ni justicia sin verdad, ni verdad sin la voz del pueblo palestino, y defendió que este hermanamiento es “un acto de coherencia y responsabilidad”, una forma de transformar la compasión en justicia.
En su intervención, la ministra reclamó el fin de la impunidad del Estado de Israel, la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con el régimen sionista y que los responsables del “genocidio” sean juzgados por la Corte Penal Internacional.
Finalmente, agradeció a los alcaldes de Zamora y Beit Jala su compromiso, y concluyó que el gesto simboliza la posibilidad de una política basada en el cuidado, la coherencia y la responsabilidad compartida, recordando que “cada ciudad puede elegir no ser cómplice del silencio”.
Los actos continuarán mañana con diversas actividades en la Plaza Mayor.