Javier Pérez, el salmantino que abandona Rabanales tras media vida dedicado a la botica alistana

Compró la farmacia con apenas 25 años y ahora regresa al alfoz de Salamanca para volver a dar clases en la USAL

“Después de tantos años de profesión es un lujo poder decir que estás enamorado de tu profesión, yo si volviera a empezar volvería a ser farmacéutico, y además farmacéutico rural”

El farmacéutico salmantino Javier Pérez Bueno
photo_camera El farmacéutico salmantino Javier Pérez Bueno

Rabanales y Aliste le deben mucho. Javier Pérez Bueno, salmantino de nacimiento, arribó al municipio alistano de Rabanales con apenas 25 años. Tras su paso por la universidad y un primer contacto laboral trabajando para otros profesionales y como alférez en la farmacia militar de León, Javier se lanzó a probar suerte a 130 kilómetros de su casa.

Fue un 31 de diciembre de 1996 cuando finalizó su servicio militar y apenas un día después se decidió a comprar la farmacia de Rabanales. El Año Nuevo llegaba para Javier en forma de nuevos propósitos y metas profesionales que convertirían a 1997 en el año en el que comenzó a reafirmarse en su profesión como farmacéutico rural. Casi de manera inmediata comenzó a saborear el afecto de las gentes de la comarca: invitado a sentarse y departir un rato junto a la chimenea de la cocina o en cada poyo o rincón del pueblo, Javier ha ido formando y estrechando lazos con sus ya vecinos y convecinos de la zona.

Lo que se convirtió en un principio en una plaza vacante fue dando forma y sentido a la vida de Javier, convencido de que “todo se confabulaba a su favor” recibiendo el trato cordial de sus gentes a los que nunca trató como clientes sino como personas y cuyo favor le han devuelto desde el primer día. “Aquí he notado que he encontrado mi lugar en el mundo”.

Javier Pérez Bueno, recién licenciado

No es para menos teniendo en cuenta la disposición que los vecinos han tenido siempre con Javier, que incluso no olvida que en sus primeros años pinchó la rueda de su coche en uno de los viajes para entregar las recetas al Colegio Oficial de Farmacéuticos ubicado en la capital. “Inmediatamente un vecino que pasó me invitó a coger su coche. Para mi aquello fue maravilloso porque era alguien que te ofrecía poco más que su posesión más valiosa”. Una ayuda que finalmente no fue necesaria: Javier logró arreglar el pinchazo y completar el recorrido, si bien ese ofrecimiento continúa clavado en su memoria. 

Javier habla entre el cariño y el agradecimiento inmenso a unas gentes que asegura se han abierto a él y le han dado todo. Este farmacéutico del otro lado del Duero ha recibido día a día un trato más propio de un vecino que de un profesional, un calor de hogar que también convenció a su mujer, dedicada a la gestión sociosanitaria. Una vez más, el destino siguió conspirando a su favor y poco después de conocer a su mujer -una murciana asentada en Madrid- pudo entrar en calidad de directora cuando se construyó la residencia de Rabanales. “Allí encontramos los dos nuestro lugar en el mundo, el lugar donde fundar nuestra familia”.

Entre receta y receta, Javier fue capaz de continuar formándose y sumar a su título de licenciado en Farmacia el Grado en Nutrición y Dietética así como el doctorado en Farmacia, para orgullo de su familia y de sus propios vecinos que han recibido apenados la triste noticia de su adiós.

Una despedida entre lágrimas y emoción. Cuestiones personales le llevaron a Javier a tomar la difícil decisión de vender la farmacia para volver a asentarse en Salamanca, si bien lo hace con la tranquilidad de saber que queda en muy buenas manos. Será el zamorano Manuel Arroyo quien pase a gestionar la farmacia y la botica de San Vicente regresando así a su tierra natal tras haber ejercido previamente en Madrid y Cataluña: “Veo en él la energía, las ganas y el saber que yo tenía cuando llegué. Estoy seguramente de que va a atenderles como yo lo hacía”.

Despedida de Javier Pérez en el Ayuntamiento de Rabanales

Javier seguirá viviendo en Zamora capital mientras ultima nuevos proyectos profesionales en el alfoz charro y que combinará con la vuelta a la docencia universitaria en la USAL: “El trabajo de farmacéutico rural es muy bonito porque es un trato cercano que no te enseñan en la facultad y es algo que yo quiero trasladar a mis futuros alumnos”.

Emocionado al recordar la despedida, asegura que se lleva a “Aliste para siempre”. “Me han regalado el lujo de sentirme un pajarero más, la felicidad de sentir que en cada casa tenía mi casa, que cada familia era también mi familia”. Algo que le ha hecho autoafirmarse en su profesión: “Después de tantos años hay quien no sigue enamorado de su elección; yo si volviera empezar volvería a ser farmacéutico y además, farmacéutico rural”.

Despedida de Javier Pérez en el Ayuntamiento de Rabanales

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