
Cantó contra los tristes tópicos castellanos, alabó sus paisajes y descansó en la tierra que le vio nacer de la manera más humilde, la misma con la que hoy se le recuerda. 43 años después de la muerte del poeta Justo Alejo -un aniversario que se cumple este 11 de enero-, apenas una piedra tallada con su nombre recuerda la influencia de un sayagués de pro que saltó de Formariz a los estamentos culturales más altos de la época.
Graduado en Filosofía, Pedagogía, Psicología, Magisterio, Sociología y Políticas, Alejo marcó el ejemplo a seguir de un hombre hecho a sí mismo y que con apenas 19 años comenzó su andadura literaria con colaboraciones en revistas de prestigio de entonces como eran Triunfo y Poesía.
Sin firma de autor, Justo Alejo únicamente dejaba su huella impregnada en sus creaciones en forma de anagramas, cunado no de manera anónima. Una sencillez que también mostraba en la publicación de sus libros y que llevó más allá de su último aliento. La llaneza con la que quiso ser recordado, sepultado “bajo del árbol o la espiga” como cantó en su poema Testamento marcó a fuego la historia de un hombre siempre reivindicativo con su tierra y que se marchó sin hacer ruido. De la misma forma que hoy le recuerdan y tratan de homenajearle.
Su nombre ha permanecido prácticamente en el anonimato con contadas excepciones como el poeta salmantino José Miguel Ullán o el entonces secretario del Ayuntamiento de Villar del Buey y alcalde pedáneo de Formariz, Teófilo Moralejo. Fue este último el que animó a un adolescente Alejo a ingresar en un colegio gratuito en León donde pudiera hacer valer todo su potencial. También de manos del periodista sayagués José Martín Barrigós, que desde que conoció de su existencia ha entregado buena parte de su tiempo a la investigación de la figura de un poeta de rango pero prácticamente desconocido.
En 2015, Barrigós y la Fundación Jorge Guillén -a la que Justo Alejó donó todo su fondo documental- llevaron a cabo un justo homenaje a la figura del sayagués, que incluía la difusión y conocimiento de su obra en todos los colegios y bibliotecas de la comarca. Un capítulo de un libro que aún queda por escribir y que tiene por delante el reto de dar a conocer la vida y legado de un sayagués del que muchos poco conocen más allá de su lápida y su poema más reconocido: “Cuando me muera / llevadme al campo: / meted mi cuerpo / bajo el árbol / o de la espiga. /Llenaos de fiesta; / dame un abrazo. / Jamás campanas. / Nunca paredes. / Dejadme abierto, / Bajo los cielos, / Bajo el tejado, / De los trigales; / Junto a los troncos / De los regatos. / No digáis nada cuando me muera. / ¡Llevadme al campo”.
Una tarea en la que desde hace años lleva inmerso Barrigós, a sabiendas de que la única biografía existente hasta el momento sobre Justo Alejo es la que hay en la publicación de Antonio Piedra editada en 1979, y con la vista puesta en 2024, fecha en la que se celebrará el 45 aniversario de su muerte y 2025, cuando se cumplirá el 90 aniversario del nacimiento del que siempre quiso -y logró- convertirse en un sayagués más pese a poseer una fuerza poética que llegó a resonar por toda la geografía española.