En el corazón de la histórica provincia de Zamora, las leyendas se entrelazan con la realidad, formando un hilo de relatos que han perdurado a lo largo de los siglos. Desde la trágica confesión de un lobo que desafió su naturaleza, hasta el enigmático anillo del obispo San Atilano que emergió de las profundidades del río Duero, cada historia revela un rincón de la identidad zamorana. La confusión entre un cura y su criada en Ribadelago, la cabeza tallada en la Catedral que susurra advertencias del pasado, y el lago que cobija la memoria de un pueblo perdido, nos invitan a reflexionar sobre la moral y la compasión en tiempos de adversidad.
La confesión del lobo
En una remota región de Zamora, un lobo decidió dejar de cazar, lo que desencadenó una serie de eventos fatales. En su búsqueda de ayuda, se encontró con un cura y varios animales que, temerosos, lograron engañarlo para evitar ser cazados. El desenlace trágico llegó cuando, al intentar atacar a una lechona y sus crías, el lobo cayó por un precipicio tras una confusión con la lechona. Finalmente, un hombre lo halló herido y le propinó un hachazo, simbolizando las consecuencias de desafiar la propia naturaleza y los instintos.
El pez y el anillo
La leyenda de San Atilano, patrón de la Diócesis de Zamora, narra la historia de un joven obispo que, sintiéndose indeseable, emprendió una peregrinación a Tierra Santa. Antes de partir, arrojó su anillo episcopal al río Duero como símbolo de su búsqueda de una señal divina. Tras regresar, lo encontró dentro de un pescado en una posada, lo que marcó su renacer como obispo. A pesar de sus éxitos, Atilano enfrentó una crisis personal que lo llevó a peregrinar nuevamente, arrojando su anillo, con la esperanza de encontrar perdón divino en su camino.
El cura y la criada
En Ribadelago, una leyenda local surgió tras un malentendido entre un sacerdote y su criada, relacionado con el robo de ciruelas por un joven del pueblo. Al ver el hurto, la criada gritó "¡un rapaz!", y el cura, confundido, respondió "lo que salga", lo que le generó vergüenza. Para remediar la situación, decidió cortar el ciruelo y tallar imágenes de santos. Existen versiones que indican que el árbol era un aliso, talado también para alimentar a una burra y esculpir a San Sebastián
La cabeza de la Catedral
La Catedral de Zamora, ubicada en el casco antiguo de la ciudad y declarada conjunto histórico-artístico en 1973, es famosa por la leyenda de una enigmática cabeza de piedra en su fachada sur. Esta historia, que data de 1173, narra el trágico destino de Diego de Alvarado, un joven enamorado de Doña Inés de Mansilla, quien, al intentar robar tesoros de la catedral para casarse con ella, queda atrapado y muere, convirtiéndose en una advertencia para otros. Otra leyenda, relacionada con la victoria cristiana sobre los musulmanes en 901, sugiere que la cabeza representa al príncipe derrotado Ahmed Ben Moaviah, colgando como recuerdo del triunfo.
El Lago de Sanabria
El Lago de Sanabria, en España, es famoso por la leyenda del pueblo de Valverde de Lucerna, que, tras rechazar a un peregrino que resultó ser Jesucristo, fue castigado con una inundación. Solo una familia de panaderos lo acogió, y como recompensa, se les advirtió que huyeran antes de que un torrente de agua inundara el valle. Al amanecer, el pueblo había desaparecido, dejando solo una isla donde estaba el horno de los panaderos. Se dice que, en la festividad de San Juan, quienes son generosos pueden oír la campana perdida de la iglesia sumergida, recordando la importancia de la compasión.