Cada año, Isabel Tomé y Sergio Vaquero engalanan su bar asentado en el barrio de Pinilla para dar la bienvenida a la Navidad. Y regalan esperanza a los más pequeños con la visita de Papá Noel. Un gran número de pequeños se adentran en la terraza del local para sentarse junto a Santa Claus y entregar su carta con todos los deseos para su llegada el 24 de diciembre.
Enviar una carta a Santa Claus es una tradición que continúa, que no se pierde. Aún hay muchos niños que llevan sus peticiones hasta los buzones para que permitirán que sus deseos se desplacen hasta Laponia. O las entregan en mano. Al propio Papá Noel que se desplaza de su frío hogar para conocer a los más pequeños de la familia.
Las caras de emoción y los nervios por una instantánea son palpables en este establecimiento de la calle Salamanca. Todos quieren recordar para siempre el momento en que se sentaron en las piernas del hombre que deposita regalos debajo del árbol. Nuevamente Santa Claus vuelve a sentarse en el trono que Tomé engalana para la ocasión con el objetivo de recibir las cartas de los más pequeños.
Según la leyenda, Papá Noel fabrica los regalos con ayuda de sus elfos, con los que trabaja en su taller, repartiendo los regalos. Y, en su trineo llegó hasta Zamora. Para poder transportar los regalos, Papá Noel los guarda en un saco mágico y los repartirá en un trineo mágico volador, dirigido por Rudolph, un reno que ilumina el camino con su nariz roja, brillante y potente.
Una iniciativa que cosecha un éxito de participación año tras año. Que llena de esperanza e ilusión a los niños del barrio que no tienen que viajar a Laponia para entregar sus cartas a Papá Noel. Los recibe uno a uno, con su gran sonrisa y enfundado en su tradicional traje rojo. Sentado en una gran silla para escuchar sus inquietudes, sus deseos y recoger unas cartas repletas de buenas voluntades.