sábado. 20.04.2024
Lucía de pequeña sobre los restos visibles de Argusino, ante la bajada del nivel del embalse
Lucía de pequeña sobre los restos visibles de Argusino, ante la bajada del nivel del embalse

Su silencio revela una timidez que contrasta con la dulzura de una voz y una mente abierta, capaz de conectar con las emociones más profundas del alma.  Lucía es pura empatía hasta el punto de ha sabido encandilar al jurado que ha premiado su relato sobre el amargo desenlace de Argusino dentro del XXXII Certamen Literario “Ciudad Arganda del Rey”, donde ha sido premiada en la categoría 4.

Aunque su experiencia en este concurso viene de lejos, ha sido este año cuando finalmente esta joven de 14 años ha sabido dar con la tecla con un relato sobre la historia de Argusino, cuyas gentes abandonaron definitivamente el pueblo un 17 de septiembre de 1967. Cuatro años después, las aguas del embalse de Almendra cubrían por completo los restos de las casas y de la Iglesia de Santa María Egipciaca que databa del siglo XV. 

“Abuelo, cuéntame otra vez esa historia tan bonita...”. Así arranca un relato -con tintes a Ismael Serrano, en recuerdo a la canción que tanto escuchan sus progenitores- basado en una experiencia tan dolorosa como real, pero que ha sido el germen que ha forjado una vínculo irrompible entre abuelo y nieta. Lucía cuenta la historia de la salida del pueblo de la familia Montes López -una despedida escalonada que se inició cuando Honorio apenas tenía seis años-, pero no por ello menos dolorosa y que culminó esa fatídica fecha de finales del verano del 1967, cuando se sentenció definitivamente al municipio al silencio y al suave mecer del agua del embalse de Almendra, que no al olvido. 
 

Lucía luce la orla que le acredita como premiada con el certamen literario

Muchos lo intentaron, pero el desaparecido pueblo sayagués sobresale incluso en los mapas de Google. Internet no olvida, ni tampoco lo hacen los nativos que se han ido encargando de pasar el testigo a las nuevas generaciones como Lucía.

Sorprende ver un texto sobre el fin de Argusino -que bien podría ser el que escribió el protagonista de la historia- con tal fuerza firmado por alguien que nunca ha paseado por sus calles, que no ha saltado de huerto en huerto, que no ha asistido a la fiesta original de la Santa Cruz cada 3 de mayo, ni ha soñado con estrenar traje como madrina, vela en mano.

Y, valga la redundancia, más aún su capacidad para convertir el relato en una lección de vida. “No puedo ni imaginarme si algún día Arganda acabará como Argusino”, reflexiona. Un texto en el que hay hueco para el dolor, pero también para la esperanza, confiando en que el fin del estado de alarma les permita pronto regresar a su segunda residencia -fijadla en Almeida de Sayago- y recuperar así su tradicional excursión a Argusino. 
 

Lucía de pequeña sobre los restos visibles de Argusino, ante la bajada del nivel del embalse

Los primeros recuerdos de Lucía ya están ligados a Sayago. Sus padres decidieron adquirir una vivienda en uno de los municipios de la comarca, como antaño hizo su abuelo, tras abandonar Argusino (aunque en su caso fue a parar al vecino Villar del Buey tras otra anterior escalada en la dehesa de Pelazas). 

El devenir de la vida llevó a Honorio a instalarse en tierras madrileñas, concretamente en el municipio de Arganda, donde se enamoró y encontró en esa tierra el cobijo y refugio de quien se siente huérfano de sus orígenes. Entonces, “las lágrimas desaparecieron de sus ojos y aunque nunca olvidó su pueblo, Arganda empezó a formar parte de él”. 

Hoy Lucía ha decidido retomar la historia de Argusino y la de Honorio. Lo ha hecho desde la reflexión del tiempo, situándose en Arganda natal, sin la que hoy no podría vivir, siendo consciente de que no hay nada que más pese que te arranquen tus raíces sin opción de retorno. Lo hace desde las reflexiones del que se sabe su fiel consejero, el mismo que le recuerda que luche por conservar su lugar de nacimiento. 

Las historias de Honorio, unidas al regreso de la familia que ha encontrado desde hace algo más de doce años su segundo refugio en Almeida de Sayago, han ido calando en Lucía, ejemplo de tantos centenares de descendientes que siguen llevando a Argusino en su sangre y en su corazón como la mejor manera de sentirle tributo. También de homenajear a su abuelo porque, como finaliza en su relato -en el que hace gala de su nivel cultural citando una de las frases más recordadas de “Cumbres borrascosas”- “sean cual sea la sustancia de la que están hechas las almas, la suya y la mía son idénticas”. Es la magia de los abuelos y el poder de atracción de la tierra, un Argusino que hoy hubiera celebrado su romería y que espera en silencio el regreso de la multitud que le sigue rememorando 54 años después. 
Lucía y su abuelo Honorio durante el 50 aniversario de la desaparición de Argusino

Abuelo, cuéntame otra vez esa historia tan bonita... la de Argusino