jueves. 28.03.2024
Comida del grupo Zamoranos por España y más
Comida del grupo Zamoranos por España y más

Algunos ni siquiera pasaron por casa para dejar la maleta. Había prisa y ganas por ver las caras de aquellos con los que se han intercambiado mensajes a través del grupo de Facebook "Zamoranos por España y más", creado hace 5 años por Ceferino Santamaría, al que una intervención quirúrgica reciente el impidió estar en la primera comida para conocerse que organiza el grupo, que cuenta con más de 15.000 miembros, entre ellos, muchos latinoamericanos con raíces en la provincia.

Miembros del grupo de Facebook con sus maletas

La idea partió de Guillermo Martínez, que ya había entablado amistad con algunos zamoranos del grupo y compartido con ellos comidas en casa de unos y de otros. Pero, tras dos años de pandemia, pensó que acabadas las restricciones y la obligatoriedad de llevar mascarilla, era hora de sentarse cara a cara. Y agosto, el mes de las vacaciones por excelencia, era la mejor fecha para el encuentro de aquellos hombres y mujeres que tuvieron que emigrar hace años en busca de un futuro mejor. 

La cita fue el 11 de agosto en el restaurante Gofers de Zamora. Una mesa preparada que se cerró para 25 comensales porque nadie contaba, cuando se organizó la comida, que los incendios forestales arrasaran la Sierra de la Culebra. "Se apuntaron 80, pero muchos no han venido porque el fuego ha afectado alguna de sus propiedades; otros, están enfermos o han sido intervenidos en una operación", explica Guillermo Martínez, que disfruta de su jubilación en su huerto de Sagallos, aunque también pasa temporadas en Valladolid.

Ya sentados, entre paellas, carrilleras y bacalao, comenzó el intercambio de historias. Todas tienen un denominador común: el poso de una emigración "forzada" y trabajo, mucho trabajo, junto con la "morriña" de dejar atrás la familia, la infancia y una tierra austera y abandonada que ahora llaman la "España Vaciada".

Ismael Miguel vivía en Peleas de Arriba y con 14 años se fue a Madrid. En la capital de España compartía piso con otros 22  jóvenes y aunque confiesa que fue "duro", reconoce que él tuvo la suerte de estar "arropado" por su hermana, que ya residía en Madrid cuando él decidió probar suerte. Ahora, acompañado de su mujer, disfruta de una plácida jubilación en su pueblo y subraya que "ya nadie me mueve de allí". 

En realidad, todas las historias se parecen. Unos emigraron a Madrid, otros al País Vasco, muchos a Alicante o a Extremadura, pero todos coinciden en su relato: la añoranza por sus pueblos, sus calles, las fiestas, el olor y hasta la lluvia.

Silvia Mielgo Fernández, que reside desde hace 22 años en Tenerife, lo confiesa abiertamente: "Echo de menos ver llover y ese olor a tierra mojada". Con 19 años se colgó la mochila a la espalda y un 6 de junio del año 2000 abandonó Castro de Alcañices y cogió un avión junto con su expareja destino las islas. Allí, les esperaba su excuñado, que fue quien les animó a emigrar ante la falta de trabajo en la capital zamorana. "El primer año fue muy duro", reconoce.

Y aunque al final te "acostumbras" nunca dejas de "echar de menos la Semana Santa o pasar las Navidades con la familia". "Cuando llegué a Tenerife me agobiaba un poco porque estaba rodeada de agua, coges el coche y como mucho puedes dar la vuelta a la isla, pero no puedes llegar a Jerez (ríe)", señala. Sin embargo, ahora cuando está en Zamora "también echa de menos el mar y el clima" de la que ahora es su tierra adoptiva, un lugar "donde todo el mundo va a lo suyo y nadie se fija en nadie". Eso sí, Zamora es más tranquila pero "creo que no volvería porque echaría mucho de menos el mar", reitera.

Pilar Ferrero Anta se marchó muy joven de su pueblo, Anta de Rioconejos, para labrarse un futuro en Parla, en Madrid. Ahora, con 70 años disfruta de la tranquilidad de Villalazán, el pueblo natal de su marido, pero su espíritu inquieto y vitalista trastoca la tranquilidad de su amigo Francisco Pérez, pintor y escultor toresano, al que le organiza "por gusto" exposiciones en la capital de España. 

Eugenio vive ahora en Valdefinjas, donde como afición fabrica altares con televisores viejos que le van dando conocidos, amigos y familia. Tímido pero cercano, se ha decidido aprender a bailar, "se me da mal el baile", animado por algunas mujeres del grupo y confiesa que le gustaría que el encuentro de zamoranos fuera una cita fija anual. Marisol vive en Zamora, aunque parte de la familia proviene de Montamarta, y junto con su marido fue maestra en el País Vasco.

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Ha regresado a casa y se lamenta del abandono institucional que sufre Zamora y también de las obras. "Estoy rodeada", dice con una media sonrisa. Su ilusión era volver a casa y disfrutar de la jubilación con su marido, también zamorano, pero el mar se lo llevó en Alicante y vive sola en una vivienda de la calle San Miguel.

El "fotógrafo" de la comida se llama Santiago Barajas. Hablador y simpático cuenta que vive en Alicante e hizo reír con su último percance en la playa alicantina: le robaron la ropa mientras se bañaba y una patrulla de la Policía Local le llevó a casa en bañador.

Y así concluyó un encuentro de zamoranos en la diáspora, con el regusto de un café y la impresión de que todos se conocían y habían vivido historias semejantes. Y, como no, se repartió lotería de Navidad. Así que el próximo 22 de diciembre, el Gordo puede salir de la mesa de esos Zamoranos por España, que son más, mucho más que un grupo de Facebook.

 

Zamoranos por España: historias de emigración, trabajo y añoranza más allá de un grupo...