El 11 de marzo de 2004, España se vio sacudida por una serie de atentados terroristas que dejaron una marca imborrable en la historia del país. Aquel fatídico día, diez explosiones casi simultáneas en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid segaron la vida de 192 personas y dejaron a alrededor de dos mil heridas. Las imágenes de caos y desolación se grabaron en la memoria colectiva, marcando un punto de inflexión en la conciencia nacional.
El 11-M se convirtió en el mayor atentado de la historia de España y el segundo mayor atentado cometido en Europa, solo superado por el atentado de Lockerbie en 1988. Las consecuencias de aquel trágico día se extendieron más allá de las fronteras físicas, dejando una profunda huella en el tejido social y político del país. En medio del horror y la confusión, surgió un sentimiento de solidaridad y empatía que trascendió las diferencias.
España se unió en el dolor y en la búsqueda de justicia, demostrando que la fuerza del pueblo radica en su capacidad para enfrentar la adversidad unido. Las muestras de apoyo y solidaridad se multiplicaron en todo el país, convirtiéndose en un faro de esperanza en medio de la oscuridad.

A lo largo de estos 20 años, hemos recordado a las víctimas con respeto y gratitud, honrando su memoria con el compromiso de construir un futuro basado en la paz y la convivencia. Aquel día recuerda la importancia de la unidad y la solidaridad en tiempos de crisis, así como la necesidad de permanecer vigilantes contra la intolerancia y el odio.