El 22 de octubre es el Día del Domund. Este año la colecta en todas las parroquias de Zamora se celebra bajo el lema “Corazones ardientes: pies en camino”. Una campaña que nos hace poner la vista “más lejos que en nuestra realidad y se extiende a todos aquellos países de misión donde hay muchas personas que siguen anunciando la noticia del evangelio”, según Antonio J. Martín, vicario de Pastoral Samaritana.
La jornada busca ayudar a las misiones, una finalidad que sigue vigente desde el siglo XIX, explicó la delegada de Misiones, Elvira Olmos, que señaló que el año pasado el Domund recaudó 47.000 euros en Zamora y más de 14 millones en toda España. Con lo recaudado en el Domund se sostiene la presencia de la Iglesia en los más de 1.000 Territorios de Misión.
Y en esas misiones repartidas por el mundo hay representación zamorana, 84 entre sacerdotes, misioneros, religiosas y seglares Pero también jóvenes que dedican sus vacaciones de verano a conocer a algunas de ellas. En Zamora entre los años 2017 y 2019 participaron doce jovenes en los veranos de misión que organizó la Pastoral Universitaria.
El Domund se celebra a nivel mundial, todos los países aportan y España es el segundo país que más dinero otorga en esta jornada. Cada año desde España hay alrededor de 10.000 personas que dedican tiempo de su vida a hacer una experiencia misionera. Tras cumplir el periodo, gran parte de las personas realiza voluntariados recurrentes, y de mayor duración.
Durante veinte años, Pedro Rosón, misionero zamorano ha ayudado en Perú donde tuvo claro que no era un “súper hombre, sino un simple enviado por la diócesis”. Trabajó en la salud y en la cultura, “comencé con 90 pueblos en plena Cordillera de los Andes con diez y doce horas de camino en mulo o a pie entre unos pueblos y otros”.
Tendió la mano a los jóvenes, a los más pequeños, a catorce niños a los que les montó un internado en su casa para que pudieran estudiar. Les compró una carpintería y les enseñó a hacer pan, “una comunidad totalmente auto gestionada”. Cuando terminaron secundaria “vi que había algunos muy buenos y pensé en comprar una casa en la ciudad para que pudieran ir a la Universidad”. Fue Cáritas Diocesana la que aportó económicamente la cuantía para poder ayudar a estos jóvenes “condenados” en la montaña.
Ahora, cerca de una veintena de jóvenes, estudian en Perú atendidos por un matrimonio con “una actuación muy integral. Lleva veintisiete años funcionando ese internado de donde sale gente muy preparada”.