Despedida a las clarisas del Convento de Santa Marina ante la llegada del Jesús Resucitado

Aprovechando el paso del Jesús Resucitado que hace su tradicional descanso en la plaza del Convento de Santa Marina, el obispo de Zamora ha querido tener un cariñoso gesto con las últimas religiosas que residen allí

Hace poco más de un mes se anunció la decisión de trasladar a las últimas hermanas que residen en el convento a León ante la falta de autonomía del convento

Despedida de las últimas clarisas de Zamora_5
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Domingo de Resurrección, también de despedidas. Las últimas hermanas clarisas han recibido la llegada del Jesús Resucitado en esta mañana del en la que tradicionalmente la procesión hace un 'alto' en la plaza de Fray Diego de Deza, donde se ubica el Convento de Santa Marina. 

Hace poco más de un mes se anunció la decisión de trasladar a las últimas hermanas que residen en el convento a León ante la falta de autonomía del convento derivado del cada vez menor número de religiosas de la orden que permanecían en la capital. De hecho, la Madre Abadesa ya fue trasladado el año pasado a la capital vecina por cuestiones de salud. 

Aprovechando el paso de la imagen del Jesús, el obispo de Zamora, Fernando Valera, ha querido tener un cariñoso gesto con las hermanas a modo de despedida y con el que el convento cierra su actividad tras más de dos siglos de historia en nuestra ciudad. Si bien fue fundada en 1482, desde 1766 las religiosas marinas vivían en un convento ubicado en la zamorana calle de Santa Clara.

El Convento de Santa Marina pasa ahora a formar parte del patrimonio del Obispado de Zamora, según se dispuso en la escritura de compra-venta de la Casa-Palacio que ha venido siendo la sede del Convento de Santa Marina desde finales del siglo XIX, momento en que se formalizó dicha compraventa entre los entonces propietarios del edificio y la comunidad de hermanas clarisas que, a día de hoy, se muestran unánimemente conformes con dicha cláusula. 

Desde la diócesis de Zamora se agradece profundamente el trabajo callado que durante siglos la venido realizando la comunidad, contribuyendo al sostenimiento espiritual del pueblo cristiano de esta ciudad con su cercanía, oración y constante búsqueda de la santidad. Las hermanas, en su vida escondida de clausura, han sido un regalo que el Señor le ha hecho a nuestra Iglesia y a nuestra ciudad. Su vida consagrada, su ejemplo, su silencio y su pobreza nos acompañarán siempre.

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