Llegan del otro lado del Atlántico para realizar un oficio que en España prácticamente ha desaparecido. Son uruguayos y ejercen una tarea que les obliga desde muy jóvenes a "doblar los riñones". Recorren todo el país esquilando ovejas y la semana pasada recalaron en la nave de Laureano Andrés, un ganadero de tercera generación, con casi 700 animales para trasquilar.
La cita fue el miércoles, el pasado 2 de junio. Pasan 20 minutos de las dos de la tarde y en la finca de Laureano Andrés se habla con acento uruguayo. Es la nacionalidad de los 5 esquiladores que recorren la provincia retirando la lana a las ovejas para que puedan soportar las altas temperaturas que llegarán en breve.
"Tardamos unos 2 minutos por oveja, aunque puede ser menos si el animal es pequeño y no tiene la lana muy gorda", asegura Marcelo Brum, que se estrenó en el oficio de adolescente y con él se sigue ganando la vida a sus 26 años. "Es duro, pero está bien pagado", añade.
Aunque su empresa está contratada por una firma española, "Esquiladores Montaña de León", Brum y sus 4 compañeros forman parte de una cuadrilla que ha viajado desde el otro lado del Atlántico para realizar un oficio que los españoles han dejado de ejercer. Laureano Andrés lo confirma: "No encuentras esquiladores españoles. Los uruguayos y polacos copan el mercado porque conocen su trabajo y son rápidos".
Cuenta Marcelo Brum, en un breve descanso, que en Uruguay el esquileo sigue siendo un oficio que se transmite de padres a hijos, como es su caso. Arriban a España alrededor de marzo para empezar la campaña en las comunidades donde llega antes el calor, caso de Extremadura, y de julio y diciembre regresan a su país natal para continuar con la tarea.
Como a todos, la pandemia también les ha afectado al tener que comenzar la campaña con retraso debido a las restricciones sanitarias. Y de paso, a los ganaderos que como Laureano Andrés temían que la demora se alargara, aunque "gracias a las protestas de los sindicatos agrarios se permitieron los desplazamientos", indica este ricobayino, nieto e hijo de ganaderos.
El oficio de trasquilar también ha evolucionado. Las cuadrillas realizan sus trabajos con máquinas y ni siquiera traen como complemento las tijeras de toda la vida. "Las esquiladoras nos han facilitado el trabajo. Es más rápido y menos duro", reconoce Marcelo Brum.
Tras la esquilada, llega colocar la lana a resguardo. Más de 1.200 kilos de lana se apilan en la nave de Laureano hasta que vengan a recogerla desde Vitigudino.
Llegan las 3 de la tarde y solo falta trasquilar a unas pocas ovejas paridas. Luego vendrá el merecido descanso alrededor de una mesa donde disfrutar de las mejores viandas de la tierra y despedirse hasta el próximo año, cuando las cuadrillas del otro lado del Atlántico vuelvan a tomar un avión para recalar en otro pueblo de Zamora y perpetuar un oficio que en España está casi extinguido por falta de relevo generacional.