Es de bien nacido ser agradecido y es de alabar el trabajo que realizan los bomberos y enfermeros por cada uno de nosotros. Este 8 de marzo, es su patrón, San Juan de Dios, el patrón de aquellos trabajadores que miran más por el bien ajeno que por el propio.
Ambos se juegan su vida por ponerlos a salvo. No hace falta que echemos la vista muy atrás; cuando llegó la pandemia las enfermeras arriesgaban su salud para garantizar que el paciente estaría bien.
Se vestían de superhéroes y superheroínas con guantes, gafas protectoras, bata para protegernos de un virus que nadie conocía. Incluso en algunos hospitales, en los que ni siquiera había material sanitario, se ataviaban con bolsas de basura, cualquier cosa para poder curarnos.
Una experiencia de dos años fatídicos que marcará para siempre a las generaciones de enfermeras y enfermeros que han tenido que ver morir a cientos de pacientes sin ni siquiera poder despedirse porque había que seguir salvando vidas. Un recuerdo que durará eternamente.
Y qué decir de los héroes del infierno; una labor de apoyo a la comunidad en la que ponen el riesgo sus vidas con la extinción de incendios, el rescate de personal y la protección de espacios ambientales.
Siempre dispuestos a ayudar. Trabajos de alto riesgo, ya no solamente en el medio ambiente, sino también en combatir fuegos en edificaciones, infraestructuras físicas y zonas forestales.
Cuerpos que velan por nosotros mientras dormimos. Personas que eligieron su profesión por vocación y que, por vocación, están dispuestos a servirnos contra todo.
