viernes. 29.03.2024
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La prevalencia del sobrepeso y la obesidad ha aumentado en todo el mundo, convirtiéndose en uno de los principales problemas de salud. Según los datos emitidos por el Ministerio de Sanidad el porcentaje de personas obesas en España en el año 2020 ascendía al 16%. 

Por el Día Mundial de la Obesidad, que se celebra el próximo 4 de marzo, agrupamos en ocho puntos las cuatro consecuencias más graves derivadas de la obesidad y las cuatro recomendaciones médicas para bajar de peso.

1. Resistencia a la insulina y diabetes mellitus tipo 2

El sobrepeso y la obesidad son unos de los principales factores de riesgo para el desarrollo de la diabetes tipo 2, especialmente si la distribución de la grasa es abdominal.

La insulina es una hormona producida y liberada por el páncreas cuando aumentan los niveles de glucosa en sangre tras una comida. Su función es favorecer la entrada de glucosa al interior de las células para que puedan consumirla y así generar energía. Las células de las personas que presentan sobrepeso u obesidad se vuelven resistentes a la acción de la insulina, por lo que el páncreas debe sintetizar mayores cantidades de esta hormona de forma compensadora para lograr el mismo efecto. Esto conduce a un estado estrés continuado y a la muerte de las células pancreáticas, lo que disminuye la producción de insulina y aparece la enfermedad diabetes tipo 2.

2. Hipertensión

La obesidad genera un exceso de tejido adiposo. Éste es en sí mismo un órgano endocrino y segrega diferentes sustancias que participan en la elevación de la tensión arterial  pues disminuyen la elasticidad de los vasos sanguíneos y aumentan la retención de agua en los riñones. La hipertensión puede causar daños en órganos vitales como el cerebro, ojos, corazón y riñones. Los casos de hipertensión muy severa y no controlada producen síntomas de dolor de cabeza, cansancio, náuseas o vómitos.

3. Daño en el endotelio vascular

Además de aumentar la tensión arterial, la obesidad también disminuye la capacidad de los vasos sanguíneos para dilatarse cuando es necesario y contribuye a la aparición de aterosclerosis (acumulación de lípidos y células en las paredes de los vasos sanguíneos que producen obstrucción). Estas alteraciones dañan la capa más interna de las paredes de los vasos sanguíneos (endotelio) y estimulan la liberación de sustancias proinflamatorias que perpetúan el daño.

4. Dislipemia

Es uno de los principales factores de riesgo cardiovascular, y junto con la hipertensión arterial, el hábito tabáquico o la diabetes afecta directa y de forma importante a la salud y el envejecimiento.

La dislipemia se caracteriza por la concentración o distribución anormal de los lípidos y las lipoproteínas (proteínas encargadas del transporte lipídico) en sangre. En una situación de sobrepeso aumenta la movilización de estas moléculas y los niveles de ácidos grasos circulantes, por lo que se altera el funcionamiento de las células hepáticas y el metabolismo lipídico y como consecuencia aumentan los niveles de triglicéridos y colesterol LDL y disminuyen los niveles de colesterol HDL.

Esta alteración también está asociada a hábitos de vida sedentarios, consumo de tabaco y alcohol y a una dieta rica en grasa, sin embargo, también tiene una carga genética innegable y no siempre tiene que estar asociada a estos hábitos de vida.

Cuatro propuestas saludables para evitar la obesidad

No pases hambre:

Realizando 5 ingestas de alimentos al día llegarás con menos hambre a la siguiente comida y evitarás atracones. Programa tomar algo a media mañana y de merienda, esto te ayudará a limitar los picoteos innecesarios y te permitirá seleccionar tentempiés más saludables y saciantes como frutas, productos lácteos y frutos secos.

Aumenta tu consumo de fruta:

Media taza de cerezas, 2 mandarinas u 8 fresas, suponen una ración de fruta y no son difíciles de incluir en tu dieta. Las frutas aportan vitaminas y minerales que son imprescindibles para el correcto funcionamiento de tu organismo. Además, presentan un alto contenido en agua y fibra, que favorece la hidratación, regula el tránsito intestinal y ayuda a saciar el apetito.

Cambia tus hábitos y aumenta tu actividad física:

Empieza con pequeños retos y objetivos, por ejemplo, abandona las escaleras mecánicas y el ascensor, así te obligarás a mantenerte activo. También puedes dejar de utilizar el coche para hacer trayectos cortos, organízate, sal con tiempo de casa y da un paseo, tu corazón y el planeta te lo agradecerán. Además, puedes intentar salir a andar todos los días 15 minutos y poco a poco ir aumentando el tiempo y la intensidad del ejercicio.

Revisa tu salud:

Realizar un análisis de sangre de forma periódica te permitirá valorar marcadores relacionados con la diabetes, la dislipemia y otras enfermedades relacionadas con el sobrepeso.

El colesterol es un lípido que necesita unirse a proteínas transportadoras conocidas como “lipoproteínas” para circular por la sangre; entre estas proteínas se encuentran el HDL (colesterol bueno) y el LDL (colesterol malo). Para medirlo, los últimos estudios muestran que la forma más exacta para predecir el riesgo cardiovascular o dislipemia es determinar las “apolipoproteínas” ApoB-100 y ApoA-I que se encuentran en el exterior de las lipoproteínas tipo LDL y HDL respectivamente.

Por otro lado, la diabetes se puede diagnosticar tan sólo con la determinación de la glucosa si este marcador está muy elevado (glucemia >200 mg/dl en ayunas) y si se presenta con clínica típica como poliuria (orina excesiva), polifagia (hambre excesiva), polidipsia (sed excesiva) y pérdida de peso. Sin embargo, esta situación es infrecuente y lo más habitual es que las personas diabéticas no sepan que lo son. Para hacer el diagnóstico de diabetes o de sus etapas tempranas (resistencia a la insulina) se debe analizar la hemoglobina glicosilada o HbA1C (que estima el control de la glucemia en los últimos meses) junto con la resistencia a la insulina.

Consecuencias y recomendaciones sobre la obesidad