Nuestra Madre recorre Zamora bajo la amenaza de lluvia y el amparo de la emoción

Zamora, Viernes Santo — La Real Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias volvió a estremecer a la ciudad en una noche marcada por la amenaza de lluvia y una decisión de última hora que no empañó la belleza ni el recogimiento del desfile procesional.
procesión Nuestra Madre
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Aunque con itinerario reducido, la imagen titular volvió a procesionar en la noche del Viernes Santo, cumpliendo con la tradición y emocionando a los cientos de zamoranos que aguardaban su salida.

Cambio de ruta para proteger lo esencial

La decisión se tomó media hora antes del inicio de la procesión y fue comunicada con celeridad por la cofradía. El motivo: preservar la seguridad de la imagen de Nuestra Madre, una de las más veneradas de la Semana Santa zamorana, así como proteger al cortejo ante la inestabilidad meteorológica. En lugar de recorrer su itinerario habitual, la comitiva transcurrió por una ruta más breve pero igualmente simbólica:

San Vicente Mártir – Cuesta de San Vicente – Riego – San Torcuato – Santiago – Santa Clara – Plaza Sagasta – Renova – Plaza Mayor (por el centro) – Mariano Benlliure – Plaza del Fresco – regreso a San Vicente.

La emoción intacta en cada paso

A las 23:00 horas, como estaba previsto, se abrieron las puertas del templo de San Vicente Mártir y el paso de Nuestra Madre de las Angustias, portando el cuerpo yacente de Jesús, comenzó a descender por las estrechas calles de la Bien Cercada. La imagen, de sobrecogedora expresividad, volvió a tocar el alma de quienes, en completo silencio, seguían su avance.

“Da igual el recorrido, lo importante es verla salir”, comentaba una mujer mayor con lágrimas en los ojos, mientras sostenía un rosario entre las manos.

Uno de los momentos más esperados

La noche conservó intacto uno de los instantes más esperados por los fieles: el canto de la Salve en la Plaza Mayor, interpretado por el Coro Sacro Jerónimo Aguado. La imagen de la Madre, detenida en el centro de la plaza, fue envuelta en un silencio solemne que se rompió solo por las voces del coro, que elevaron sus notas hacia el cielo nublado, generando un momento de profunda emoción colectiva.

 

Una procesión icónica en la noche del dolor

La imagen de Nuestra Madre de las Angustias, una de las más representativas de la Semana Santa zamorana, representa a María sosteniendo en sus brazos el cuerpo inerte de su Hijo tras el Descendimiento. Su iconografía, cargada de dramatismo y ternura, convierte a esta procesión en uno de los grandes momentos del Viernes Santo. Aunque acortada, su sola presencia iluminó una noche teñida de luto y recogimiento.


Con el regreso al templo y entre aplausos contenidos, se cerró una procesión distinta, adaptada a las circunstancias, pero igual de intensa. En Zamora, la devoción se abre paso incluso entre las nubes, y la Bien Cercada volvió a rendirse al paso de la Madre que llora, una vez más, por su Hijo muerto.

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