En los paisajes agrestes de los Arribes zamoranos, se erige una de las obras de ingeniería más impresionantes de España, el Viaducto de Requejo, conocido también como Puente Pino. Esta majestuosa estructura, que atraviesa el río Duero, no solo destaca por su altura y diseño innovador, sino también por haber sido una respuesta crítica al estilo del renombrado Gustave Eiffel.
Inaugurado en 1914, el Viaducto de Requejo fue proyectado por el ingeniero José Eugenio Ribera en 1897. En su concepción, Ribera decidió apartarse del estilo predominante de Eiffel, famoso por sus arcos completos y monumentales en acero, como los vistos en la Torre Eiffel y numerosos puentes. En su lugar, Ribera optó por un arco rebajado, una solución más económica y adaptada a las necesidades del entorno, aunque el costo final de la obra fue de casi 600.000 pesetas, el doble del presupuesto inicial.
Este viaducto, el más alto de España en su época, con 90 metros de altura y 120 metros de luz, marcó un hito en la ingeniería civil, siendo el primero en utilizar un arco de acero en su construcción. Su creación permitió conectar las comarcas más remotas y empobrecidas de Zamora, Sayago y Aliste, facilitando el acceso hacia la vecina Portugal. Antes de su construcción, los habitantes cruzaban el arribe en barcazas accionadas manualmente con poleas, una tarea ardua que fue reemplazada por este imponente puente.
A nivel local, el Viaducto de Requejo es mucho más que una proeza técnica. Se asienta sobre una región cargada de historia, conocida por las minas romanas de oro del siglo I, en el pueblo de Pino del Oro. Los vestigios arqueológicos de esa época, como la tabla de hospitalidad romana hallada en El Picón, subrayan la riqueza histórica que rodea la zona.
Además de su valor histórico y su impacto en el desarrollo de la región, el viaducto ha sido motivo de orgullo para los pueblos vecinos, quienes desde hace décadas luchan por su reconocimiento como Bien de Interés Cultural. Este puente no solo es testimonio de la capacidad humana para dominar la naturaleza, sino también un símbolo de la perseverancia y el ingenio que marcaron el inicio del siglo XX en España.