La provincia de Zamora conserva vestigios significativos de la ocupación suevo-visigoda que tuvo lugar entre los siglos V y VIII d.C. Un ejemplo destacado de la arquitectura de este periodo es la Iglesia de San Pedro de la Nave, famosa por sus capiteles que ilustran escenas bíblicas. Además, el yacimiento arqueológico de El Castillón en Santa Eulalia de Tábara ha sido crucial desde 2007 para entender la vida en esta época, revelando un sistema defensivo, hornos metalúrgicos, viviendas, zonas de almacenamiento y una iglesia.

En la Antigüedad Tardía, la cultura suevo-visigoda se destacó por su rica tradición artística, especialmente en la orfebrería. Este periodo es conocido por sus adornos decorativos, como broches de cinturón, fíbulas aquiliformes, anillos, pendientes y collares, que reflejan la importancia del arte en la vida cotidiana. Las iglesias construidas en esta época, como San Pedro de la Nave en Zamora, San Juan de Baños en Palencia y Santa María de Melque en Toledo, también dejaron una huella duradera en la arquitectura religiosa.
La religión en la sociedad suevo-visigoda estaba influenciada por el arrianismo y el cristianismo. Los Concilios tuvieron un papel fundamental en la evolución de los reinos suevo y visigodo, ya que abordaron cuestiones doctrinales y organizativas. Estos encuentros fueron esenciales para la formación y consolidación de la identidad religiosa y política de los reinos en la Península Ibérica.
Las mujeres también jugaron un papel importante en la política y religión de esta época. Figuras como Reciberga, Brunegilda, Fredegunda, Ingunda, Clodosvinta y Ermenberga influyeron notablemente en el desarrollo de los reinos, especialmente en el proceso de conversión del arrianismo al cristianismo. Gala Placidia, hija de Teodosio y esposa de Ataúlfo, dejó su huella en la construcción de edificios religiosos y en la acuñación de monedas en Rávena, Italia.

La llegada de los pueblos germánicos como los suevos, vándalos, alanos y visigodos significó una transformación respecto a la ocupación romana anterior. Los suevos se establecieron en Gallaecia con su capital en Bracara Augusta (actual Braga, Portugal), mientras que la frontera con los visigodos estaba en el río Esla. Los visigodos extendieron su dominio por toda la Península Ibérica y establecieron su capital en Toledo, con el poder del Reino Visigodo sustentado en la monarquía, la nobleza y la iglesia. Las luchas entre las familias visigodas y su relación con la nobleza y el clero definieron esta época, con numerosos Concilios abordando asuntos doctrinales y organizativos del reino