Aquí esculpió Baltasar Lobo en París: un paseo por la calle donde ya no queda rastro del escultor zamorano

En el 32.º aniversario de su muerte, recorremos el barrio del distrito XV donde Baltasar Lobo levantó su estudio tras sobrevivir a un campo de concentración, exiliarse en París y encontrar impulso artístico gracias a Picasso y al escultor francés Henri Laurens
Barrio en el que residía Lobo
photo_camera Barrio en el que residía Lobo

Esta es la calle en la que vivía —y creabaBaltasar Lobo. Una rue bulliciosa del barrio de Montparnasse, donde se ubica el conocido rascacielos que ofrece vistas panorámicas de la ciudad. El estudio del gran escultor zamorano se integra ahora un edificio residencial flanqueado por nuevos comercios, donde apenas queda rastro del taller en el que el artista de Cerecinos de Campos moldeó algunas de sus piezas más delicadas y libres

Zamora recuerda este año a Lobo en el 32º aniversario de su fallecimiento, un 3 de septiembre de 1993 que dejó a la ciudad sin uno de sus creadores más universales. Para comprender su legado, y el silencio que envuelve su figura en ocasiones, es inevitable regresar a París, al barrio en el que instaló su taller después de atravesar uno de los capítulos más duros de su vida.

La calle donde se ubica el 23 de la Rue des Volontaires, la dirección del taller, mantiene las fachadas clásicas del distrito y muestra un paisaje cotidiano: una agencia inmobiliaria, una panadería que desprende olor a baguette y croissants, una librería de libros antiguos y novelas gráficas y un instituto lleno de bullicio a media mañana. En medio de ese ambiente tan parisino, inadvertido, se alza el edificio que un día fue el estudio de Lobo.

Portal donde el escultor zamorano regentaba su estudio
Portal donde el escultor zamorano regentaba su estudio

Tras huir de España como tantos republicanos, Baltasar Lobo fue internado en un campo de concentración francés. Aquel episodio marcó para siempre su biografía, pero no apagó su vocación. Cuando por fin pudo establecerse en París, la capital del arte en el siglo XX, la ciudad se convirtió en su refugio y su resistencia.

En su estudio parisino, que ya no existe, entabló relación con artistas esenciales de la época. Picasso, que vio en él un talento singular, le dio alojamiento y residencia, y el escultor francés Henri Laurens, le abrió las puertas artísticas, y le autorizó a trabajar en su taller. Entre el humo de los cafés, las tertulias interminables y el bullicio de Montparnasse, Lobo labró una trayectoria silenciosa, pero consolidó su nombre en la escena internacional.

Ahora, nada queda del bullicio creativo, ni del yeso, ni del polvo de piedra que impregnaba las paredes. Pero en esta dirección —que él frecuentaba cada día— nacieron esculturas que más tarde viajarían por el mundo. Aquí Lobo trabajó una obra que bebía de Brancusi, dialogaba con Moore y convivía con Picasso, con quien mantuvo una relación cercana y constante en sus primeros años en París.

A unos pasos, el olvido del artista contrasta con el recuerdo en el instituto George Duhamel en forma de placa conmemorativa de las niñas y los niños judíos deportados entre 1942 y 1944. Once mil cuatrocientos menores fueron arrancados de sus hogares en Francia; ochenta y siete de ellos vivían en este mismo distrito 15. La placa recuerda su destino: la exterminación en los campos nazis, perpetrada con la complicidad del régimen de Vichy.

Placa en memoria de los escolares asesinados por los nazis en el instituto Georges  Duchamel
Placa en memoria de los escolares asesinados por los nazis en el instituto Georges Duhamel

Sorprende ese contraste entre la amnesia que rodea la figura de Lobo y la memoria activa del horror que el distrito conserva. La placa del instituto Georges Duhamel honra a los escolares deportados; la presencia de Baltasar Lobo —un republicano que también sufrió la violencia fascista, que huyó del totalitarismo, que reconstruyó su vida en esas mismas calles— se ha desvanecido por completo.

Instituto Georges Duhamel
Instituto Georges Duhamel

Hoy, al recorrer su calle, cuesta imaginar aquel universo creativo. Donde antes había arcilla, bocetos y luz filtrándose por un ventanal, ahora hay un portal anodino y un edificio que no guarda memoria. Pero basta detenerse un instante para sentir que algo permanece: el eco de un zamorano que convirtió la adversidad en belleza, que trabajó hasta el final de sus días y que regresó simbólicamente a su ciudad para seguir hablándonos desde cada obra.

Barrio del distrito 15 de París
Barrio del distrito 15 de París

Mientras, la herencia de Lobo resurge lejos de su taller parisino. En Zamora, se conmemora el 32 aniversario de su fallecimiento en París, en septiembre de 1993 y se insiste en recuperar su figura con proyectos museísticos y conferencias. Sus bronces siguen presentes en colecciones europeas, americanas y japonesas; sus maternidades continúan dialogando con la modernidad. Su arte persiste, aunque su presencia física en París haya sido borrada.

Un artista refugiado, forjado en exilio y fraternidad

Baltasar Lobo (1910–1993) nació en Cerecinos de Campos y recibió formación artística inicial en Valladolid y Madrid. Después de que la Guerra Civil destruyera su taller y costara la vida de su padre, Lobo se exilió en 1939, estableciéndose en París con su esposa, Mercedes Guillén.

Aquella llegada a París cambió su vida: gracias a la generosidad de un amigo —el pintor/escultor Pablo Picasso—, consiguió alojamiento y residencia. Pronto estrechó amistad con el escultor francés Henri Laurens, quien le abrió las puertas artísticas, y le autorizó a trabajar en su taller. Esa convivencia fue clave para moldear su estilo: influido por las formas puristas de artistas como Constantin Brâncuși, Jean Arp y la vanguardia parisina de posguerra. 

Desde los años 40 y especialmente en los 50 y 60, Lobo participó con regularidad en la vida artística parisina: expuso en galerías como Galerie Villand & Galanis, y más tarde en Galerie Daniel Malingue. 

Aunque su obra tuvo una visibilidad real en su tiempo, exposiciones frecuentes, galerías importantes—, con el paso de los años su presencia en París quedó diluida. No hay —o al menos no hay públicamente consolidado— un museo monográfico en París dedicado a Lobo, ni su antigua dirección sigue vinculada al arte.

Sin embargo, su legado no se ha perdido por completo: muchos de sus bronces y esculturas figuran en galerías, colecciones, museos de Europa, América y Japón. 

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