Se trata de historias que nacieron en los pueblos, al calor del fuego o bajo las bóvedas de piedra, y que formaban parte de una forma de entender la vida… y la muerte. Y lejos de las luces de neón de Hollywood que invade escaparates de toda España con calabazas y monstruos de Halloween.
El artista zamorano Miguel Elisardo, de ArteFeudo, representa esa vuelta a los ancestros. Formado en forja y escultura, ha querido dar cuerpo de hierro y alma de leyenda a algunos de los seres que pueblan El mundo encantado de Castilla y León, el libro del investigador Jesús Callejo, ilustrado por Tomás Hijo, que rescata el imaginario mágico de la comunidad. Entre sus páginas laten también las criaturas y almas viejas de esta provincia: las moras encantadas, los trasgos, los hombres lobo, ninfas y ánimas que durante generaciones sirvieron para explicar lo inexplicable y enseñar a temer con respeto. “El miedo en nuestra tradición no es espectáculo, es advertencia, sabiduría popular”, explica Elisardo, que expone estas esculturas en el Centro Sociocultural Peromato.
Las leyendas, como las viejas campanas, siguen sonando para quien sabe escucharlas. En un mundo que celebra el miedo con luces de neón, Zamora recuerda que el suyo hablaba de respeto, silencio y frontera entre vivos y muertos. En cada relato, en cada sombra, hay una enseñanza: el alma que no descansa, la naturaleza que se defiende, el bien que se impone al abuso.
Este Halloween o mejor este Día de Todos los Santos, tal vez la mejor cita sea volver a contar las historias de los abuelos, rescatar el fuego de las cocinas viejas y recordar que el miedo también forma parte de nuestra identidad cultural. Porque, como sostiene Elisardo, en Zamora, el “susto o trato” no viene de fuera: vive en la memoria del pueblo.
Por eso, él ha querido rescatar ese imaginario del olvido con una serie de esculturas inspiradas en El mundo encantado de Castilla y León, de Jesús Callejo y Tomás Hijo. “Cada una de estas figuras representa un miedo muy intrínseco del ser humano”, explica Elisardo. “El miedo a la muerte, a lo desconocido, a la diferencia o incluso a uno mismo. Pero también son un reflejo de la relación del hombre con la naturaleza y con sus propios límites”.
Los viejos miedos de los zamoranos
Entre las esculturas que ha materializado, destacan la Hueste de Ánimas, equivalente zamorano de la Santa Compaña, una procesión espectral que recorre los caminos de Sanabria al caer la noche. “Representa el miedo a morir en vida, a perder el alma antes de tiempo”, cuenta. Otra figura que cobra cuerpo en su taller de la Horta es la Zarrampla, una "ogresa devoraniños" que en cada comarca tiene su nombre: el coco, el zamparrón o el sacamantecas. “Son maneras de educar con el miedo, de advertir peligros reales a través de personajes imaginarios”, explica el escultor.
También ha modelado al Lobisomi, el hombre lobo sanabrés. Su historia comienza con una mujer atacada por un lobo que, al regresar a casa, descubre que su marido lleva en el diente un hilo de su falda. “Es el miedo al otro, pero también a uno mismo —dice Elisardo—. El Lobisomi trata de conciliar la vida familiar con la maldición interior. Es una metáfora muy humana”.
Brujas, duendes y zangarrones
Las brujas castellanas, con sus marcas de “pata de gallina en el ojo” y su vínculo con el diablo, son para Elisardo un recordatorio de cómo el miedo sirvió para controlar y reprimir a las mujeres. “Parecen figuras dulces, pero cuentan una historia siniestra. Se usaba el miedo para amedrentar al diferente y someter a la mujer”, afirma.
No faltan los enemiguillos, duendecillos burlones que representan las fuerzas del azar, ni el zangarrón, el personaje invernal de Sanzoles o Montamarta que antiguamente aterrorizaba a los niños y hoy es símbolo festivo. “El zangarrón nos recuerda el miedo a las fuerzas inconmensurables de la naturaleza. Antes le temíamos; ahora creemos dominarla. Pero sigue siendo ella la que nos pone en nuestro sitio”, dice el artista.
En su taller de la Horta, frente al Museo Diocesano, Elisardo funde metal y mito. “Podría estar modelando superhéroes, pero prefiero dedicarme a estos viejos dioses olvidados. Necesitan más ayuda y son más agradecidos”, sonríe.
Para Elisardo, celebrar Halloween no es necesariamente una traición a nuestras raíces. “El Samaín, la fiesta celta que marcaba el fin de la cosecha, ya hablaba de la unión entre el mundo de los vivos y los muertos. En Galicia se hacían calabazas y rituales parecidos mucho antes del Día de Todos los Santos”, recuerda. Zamora, dice, “ha sido siempre un cruce de caminos: celta, astur, lusitano, romano, cristiano... Aquí todo se mezcla, y eso también forma parte de nuestra identidad”.
Al margen de lo que se puede apreciar en la exposición del centro Peromato, merece la pena echar un vistazo a otras leyendas que recoge el libro ilustrado por Tomás Hijo.
1. La mora encantada de Toro
Descripción: Espíritu femenino que habita en antiguas ruinas o castillos de Toro. Se dice que aparece peinando su cabello o dejando pistas para quienes buscan tesoros escondidos.
2. Trasgos zamoranos
Localidad: Comarca de Aliste y Sanabria
Descripción: Duendes traviesos que se esconden en las casas y graneros, causando pequeños problemas como perder utensilios o hacer ruidos extraños.
3. El alma en pena de Zamora capital
Localidad: Zamora capital
Descripción: Alma en pena que vaga por las calles del casco histórico, buscando descanso. Se dice que aparece cerca de iglesias y antiguas murallas durante las noches.
4. Ninfas de lagunas y ríos
Localidad: Villafáfila y río Duero
Descripción: Espíritus femeninos protectores del agua, que advierten a los humanos que no contaminen o perturben el entorno natural.
Así, entre duendes, ánimas y brujas, Elisardo y sus esculturas nos invitan a mirar el miedo no como algo importado, sino como un espejo de lo que fuimos y aún somos. Porque antes del “truco o trato”, en Zamora ya sabíamos de sobra lo que era el susto o trato.