El campo no entiende de géneros. Desde el cuidado de nuestros mayores, pasando por la revisión de las vacas nodrizas y los terneros a las labores sobre el tractor, nada se le escapa a Maruja. A sus 58 años, esta mujer natural de Arcillo, municipio perteneciente a Pereruela, asegura que el día a día en una explotación no conoce de distinciones. No ocurre lo mismo con las Administraciones. Y es que pese a los evidentes avances, aún quedan muchos pasos por dar hasta alcanzar la igualdad efectiva que reconozca el papel clave que juega en el medio rural.
La ayuda de la PAC es sólo una ínfima muestra: en el año 2020 sólo el 27,26% del total de las ayudas directas fueron abonadas a mujeres, a pesar que ellas suponen el 37,36% del número total de beneficiarios. Frente a ellos, los hombres continúa percibiendo casi el 73% del total. Todo ello pese a que en los ocho años anteriores la brecha se ha reducido en dos puntos.
Maruja habla de su generación como la del cambio, pero asegura que son los jóvenes de ahora la clave para asegurar el futuro del campo. "Hasta la generación de mi madre el papel de la mujer se repitió a lo largo de los siglos, sin embargo, mi generación fue la del cambio, la del acceso masivo de la mujer a la educación universitaria, al mundo laboral".
Maruja estudió pero apostó por quedarse y heredar la explotación de su padre quedándose ella como titular, algo nada habitual al menos hace cuatro décadas. Mano a mano junto a su marido, ambos reparten las tareas sin apenas distinciones pese a las múltiples trabas. "He trabajado toda mi vida igual que un hombre. Hay pocas cosas que no podamos hacer por no decir que ninguna, y si la hay igual es por una falta de enfoque".

En un municipio con menos de una veintena de habitantes censados, el trabajo ha de sacarse indistintamente de la condición física. A poco más de 26 kilómetros de distancia de Zamora, Arcillo, como cada pequeño núcleo rural de la provincia y por ende del resto de la llamada España Vaciada continúa luchando a contracorriente del paso del tiempo, de los pronósticos, de unos costes de producción que no dejan de tocar techo mientras el margen de beneficios continúa en mínimos. Todo ello sumado a los agentes externos en forma de depredadores o de vectores del género culicoies que les obliga incluso a dar biberones para sacar a los terneros que quedan huérfanos con apenas cuatro días de vida. "El campo es una lucha diaria por quedarte un día más".
Y si quedarse en el pueblo es un logro digno de elogio, que lo haga una mujer capaz de sacar una explotación, una tierra o incluso una empresa adelante ya es todo un mérito fruto de siglos de trabajo en silencio, relegadas a un papel secundario de cada a las administraciones y a la sociedad en general. Ellas, las madres, cuidadoras y trabajadoras que no conocían el significado de la palabra cotizar ni jornada completa porque para ellas el reloj abarcaba más allá de las 24 horas. Ahora con mayor visibilidad, la lucha ahonda en lograr impulsar su papel.
Sólo en Arcillo hay cuatro ganaderos, una figura como la del agricultor que cada día brilla más por su ausencia. "Se necesitan proyectos socioeconómicos que inviten a los jóvenes a apostar por este medio y en especial a ellas". Y ayudas inmediatas, precisa. "Si se hace en tiempo y forma, la posibilidad de reversión es posible".
"Las mujeres del mundo rural somos depositarias de las tradiciones y legado de nuestros antepasados y demandamos una mayor apuesta por el mundo rural para una vuelta a los orígenes, a un mundo más ecológico, sostenible, y humano".