viernes. 19.04.2024
Alberto Jambrina a las puertas del IES Río Duero
Alberto Jambrina a las puertas del IES Río Duero

La de Alberto Jambrina es una carrera de fondo. El ejemplo de la entrega al folclore y la etnomusicología desde el calor de un aula. Una trayectoria docente a dos bandas que comenzó mucho antes de que se hiciera con una plaza como profesor de Educación Secundaria allá por el curso 1991/1992. Desde entonces han pasado más de 30 años dedicados por entero a la docencia al margen de calendarios y horas lectivas.

Una dedicación a partes iguales entre sus clases en la Escuela de Folclore del Consorcio de Fomento Musical de Zamora -también a su labor como coordinador durante 33 años hasta junio de 2021- y su plaza en el IES Río Duero de Zamora a la que dijo adiós el pasado 12 de septiembre. El aula de música -decorada con los grafittis resultantes de esa multitud de proyectos intercurriculares a los que Jambrina se entregó de lleno- ha despedido este curso a su profesor más longevo, el mismo que amenizaba los festivales del centro junto al grupo que conformó junto a Tomás Carvajal, Rogelio Cabado y Juanjo Andrés con versiones de los Beatles y Celtas Cortos. “Eso les encantaba a los muchachos”.

Porque Jambrina es fiel creyente de que el currículum debe huir de estructuras compartimentadas. Especialmente en la música, que se presta a desarrollar desde las habilidades más técnicas a las más sociales. “La música es el arte de interpretar, pero también es el arte de escuchar, lo que abre la puerta a la empatía. Por eso considero que es una asignatura tan potente”.

En una asignatura con un peso tan voluble -algo común a todas las consideradas artísticas- al amparo de los continuos cambios educativos, este zamorano supo apostar desde sus primeros años por la colaboración entre áreas, con especial atención a las materias como Lengua y Literatura y Plástica. Ya durante sus primeros años en su destino inicial en el instituto de Astorga (León), Jambrina participó en el desarrollo de un Bachillerato experimental en el que la nota entre las asignaturas de Plástica y Música era compartida, lo que brindó la oportunidad de crear actividades conjuntas como talleres de construcción de instrumentos tradicionales.

Una experiencia que el zamorano supo trasladar a su último destino, ya en el Río Duero, tras una etapa intermedia en Benavente en el que afrontó el peso como asesor de Geografía e Historia del desarrollo de proyectos curriculares y los cursos de formación.

Alberto Jambrina a las puertas del IES Río Duero
Alberto Jambrina a las puertas del IES Río Duero

El móvil de Jambrina da acceso directo a la cuenta de YouTube que creó para difundir la dinámica de trabajo del área de música en el instituto. Una tarea que trascendía las horas de clase y que le llevó a colaborar con otros centros como la Universidad Laboral. Con Paloma Ferrero Rodríguez en calidad de coordinadora y junto al CRA de Coreses, la música saltó a la escena componiendo y representando una serie de canciones para lo que aprovechaban los tiempos de descanso que brindaban los recreos. La representación del retablo de Maese Pedro -obra musical para marionetas de Manuel de Falla- les valió el premio «Francisco Giner de los Ríos» a la Mejora de la Calidad Educativa en 1997.

De ahí salieron voces y talentos que a día de hoy resuenan en nuestra provincia con orgullo. Lucía Gonzalo –en la mente de muchos aún resuenan los acordes al son de la guitarra eléctrica de su ‘Amapola blanca’ y su aún más impactante versión del Bolero de Algodre en la inauguración de la Feria Fromago- o de Roberto Vicente –el bajo del “Lonely Bar”-. La pasión de Jambrina, como esa emoción crónica que describía Ribot, es tan contagiosa como la música misma y su particular visión pedagógica no ha hecho sino potenciar aún más la sed de conocimiento y desarrollo de este arte en muchos de sus alumnos.

“Yo he pretendido hacer una asignatura asequible, abierta a una amplia variedad de gustos musicales”. Ese currículum 'oculto' que Jambrina ha potenciado dentro y fuera del aula y con el que logró de mantener la reputación sobre una asignatura que pasó de ser considerada como obligatoria a una mera optativa. “Si hay una noticia en el telediario también hay que comentarla en clase porque no se puede contemplar el mundo de manera completamente compartimentado”.

Convencido de que esa vocación se transmite, Jambrina se va con la satisfacción de haber cultivado el aprecio del profesorado y alumnado. “Considero que este es mi instituto de toda la vida. He colaborado con todos los directores, directoras y equipos directivos”. Una entrega que incluso se extiende más allá del final de su etapa docente y que ahora también llena en sus investigaciones sobre el escritor y antropólogo peruano José María Arguedas o en la Escuela de Folclore con publicaciones sobre el papel de la dulzaina en Zamora. También en su retomada faceta como alumno en el Conservatorio de Música “Miguel Manzano” al que asiste para desarrollar su habilidad con el oboe. Suma y sigue, porque como él mismo dice: “Han sido 26 años muy intensos, pero ahora tampoco me voy a aburrir”.

De profesor a alumno jubilado e investigador empedernido