De las parroquias zamoranas al segundo país más pobre del mundo: “En RCA están necesitados, sobre todo, de esperanza”

Tras 28 años de entrega parroquial en las zonas de Carbajales, Alba, San Lorenzo, la Colegiata de Toro y su alfoz y 25 de docencia en la Universidad de Salamanca, la vida de Jesús Campos dio un giro voluntario de 180 grados

Jesús Campos en la República Centroafricana. Fotografía: CEDIDA
photo_camera Jesús Campos en la República Centroafricana. Fotografía: CEDIDA

La llamada a las misiones no entiende de tiempos ni distancias. Tras 28 años de entrega parroquial en las zonas de Carbajales, Alba, San Lorenzo, la Colegiata de Toro y su alfoz y 25 de docencia en la Universidad de Salamanca, la vida de Jesús Campos dio un giro voluntario de 180 grados. Abandonar la comodidad de Zamora para poner rumbo a la República Centroafricana, en pleno corazón del país más abandonado del continente, es el mayor ejercicio de servicio a la comunidad. Pura vocación sin barreras ni fronteras. “No pensaba que fuera a ser mi destino, siempre parecía que fuera a ser Zimbabwe o Zambia”.

La suma de breves estancias en Angola, donde Campos y un pequeño grupo de estudiantes de la USAL se ponían al servicio de las hijas de la caridad y de los misioneros de la zona le animó a solicitar hace ya más de un año un nuevo destino en el que la mandioca sustituye a la completa pirámide de alimentos, los caminos maltrechos a las interminables autovías y la desesperanza a un futuro prácticamente asegurado. “Ello me sedujo. Quizá descubrí entonces una necesidad urgente, necesidad que ahora he palpado ya en primera persona”

El cambio que supone recorrer los 4.761 kilómetros que separan Zamora de la región de la Lobaye, en plena frontera entre el Congo y Brazzaville, supone un ejercicio continuo de automotivación. La pobreza extrema en un país en el que la esperanza de vida no supera los 55 años y la media de edad baja hasta los 17 es sólo la punta del iceberg derivada del colonialismo francés y cuyas consecuencias continúan coleando más de un siglo después.

Jesús Campos en la República Centroafricana. Fotografía: CEDIDA
Jesús Campos en la República Centroafricana. Fotografía: CEDIDA

En medio de continuas guerras civiles, enfrentamientos armados a golpe de machete –la herramienta presente en todo hogar del país al margen de poder adquisitivo- y el dominio de los grupos paramilitares, la RCA se convierte en un cóctel perfecto en el que el día a día se convierte en una hazaña en busca de la supervivencia.

La misma que impera en la economía básica. Con un alto porcentaje de población dedicada a las labores de recolección y con los profesores tratando de subsistir con apenas 30.000 francos al mes -menos de 60 euros-, la educación se posiciona como un auténtico privilegio al alcance de un puñado. Otro tanto sucede con la sanidad, dominada por dispensarios a base de medicina tradicional y hospitales públicos destartalados -a excepción de los privados, gestionados por hijas de la caridad y que sí tienen acceso a medicinas y analíticas básicas-. “Aquí más te vale no ponerte malo”.

Pero Lobaye es sólo el destino provisional a la espera de que la Diócesis de M´Baïki decida entre la decena de parroquias que atienden a un territorio del tamño de Galicia. Campos relata su día a día intercalando el castellano con el sango -la lengua trival vehicular que ha aprendido en apenas cinco meses- en una conversación a golpe de cortes en un país en el que las conexiones también brillan por su ausencia.

Jesús Campos en la República Centroafricana. Fotografía: CEDIDA
Jesús Campos en la República Centroafricana. Fotografía: CEDIDA

El país del coltán, del oro y los diamantes y de la madera es, paradójicamente,el país de la falta de esperanza. “Aquí no hay fe en el futuro, es una cultura tan de subsistencia que ni siquiera piensan en el mañana, sino en las próximas 24 horas”. Ni siquiera la propia naturaleza lo pone fácil y recorrer un tramo de 30 kilómetros puede suponer un viaje de más de hora y media. Todo ello en un país en el que la población apenas supera los 5,4 millones de habitantes en una superficie de casi 623.000 km2.

En medio de esta situación, la Diócesis de M’Baïki creó el Instituto Pedagógico Papa Francisco en M’Baïki del que dependen directamente 71 escuelas, muchos de ellos con internados para hacer más accesible la educación a los niños procedentes de poblados alejados hasta 25 km del punto pedagógico. La labor social es continua desde las cinco de la mañana en la que empieza a salir el sol.

La voz de Campos se hace escuchar en sus acciones diarias dentro y fuera del aula, pero la fuerza de Internet le sirve de altavoz para dar a conocer el mensaje, la labor de los misioneros y la enorme tarea que queda por delante. A través de un blog, Jesús relata el día a día de los que espera que sean sus próximos cinco años en un país de pobreza pero generosidad a partes iguales. Lo mismo que define al Domund, porque este día, lejos de ser una campaña, son personas. Como Jesús o como tantos otros misioneros localizados en latitudes alejadas a las nuestras pero que también merecen sentirse arropados en este proyecto de entrega, de vida.

Jesús Campos en la República Centroafricana. Fotografía: CEDIDA
Jesús Campos en la República Centroafricana. Fotografía: CEDIDA
Jesús Campos en la República Centroafricana. Fotografía: CEDIDA
Jesús Campos en la República Centroafricana. Fotografía: CEDIDA

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