En pleno corazón de Aliste y tras prácticamente una vida dedicada por entero a la elaboración de todo tipo de dulces, la vida de Arisa Tolan dio un vuelco, o más bien dos. Tras tomar con su familia la decisión de traspasar el histórico negocio de la confitería local que regentaban desde hacía 39 años en Alcañices, esta francesa de nacimiento pero alistana de cuna se entregó por entero a cultivarse en el mundo de la escritura. Así, entre cursos de escritura, retos de escritura en Facebook e incluso formación en diferentes terapias alternativas y astrología nace su primera novela, “Los faros de Irina” en la que la propia autora se ve reflejada con la protagonista.
Su primera novela surge de una manera no planeada, moldeada a fuego lento desde en más de cinco años en los que las ideas iban fluyendo sin prisa. Si bien comenzó a escribir los primeros capítulos en 2016, no fue hasta mediados de 2020 cuando se decidió a finalizarla, animada por un concurso de Avant, una editorial dedicada al impulso de autores y escritores noveles. “No gané, pero al poco tiempo contactaron conmigo para decirme que la novela era publicable”, señala Tolan, a la que la noticia le pilló por sorpresa.
Pandemia -y especialmente confinamiento y restricciones de por medio-, Tolan se dedicó desde entonces en cuerpo y alma a corregir y retocar la novela con el mismo mimo y dulzura con el que años atrás trabajaba sobre la masa, entre los aromas de la mezcla de harina, huevos, aceite, azúcar y leche que en su novela intercambia por el salitre del mar. Y es que su pluma ha convertido a la protagonista "Los faros de Irina" en una metáfora de la entrega diaria que supuso para ella y su familia el sacar adelante un pequeño negocio en un municipio de poco más de mil habitantes.
“Allí no existían días libres. Abríamos domingos y festivos” lo que, unido a los madrugones para tener preparadas decenas de bandejas con pasteles y postres recientes, suponía una dedicación casi completa. Si bien su vida desde pequeña ha sido la escritura, no fue hasta que la pastelería pasó a otras manos cuando la alcañizana encontró la liberación y el tiempo necesario para entregarse a su pasión.
Así, el faro de Irina supone una metáfora del sacrificio de una vida dedicada por entero a un oficio que Tolan experimentó en sus propias carnes. “La protagonista ha de abandonar el faro porque se automatiza, por lo cual el duro proceso de decisión hasta abandonarlo está muy conectado con mi historia”, reconoce.
La dedicación hacia la novela ha sido tal que la propia Arisa contrató a una correctora adicional a la que ya le ofrecía la editorial y que se sumó a la ayuda prestada por un vecino de Alcañices, expertos en diseño gráfico, que fue el que dio vida a la portada.
La novela supone también una reflexión hacia las relaciones amorosas actuales -en un momento en el que Internet también ha impuesto su propia manera de enamorarse- y la frustración de la distancia que impone el mundo digital con una pantalla que supone un muro insalvable para las emociones a flor de piel. Tolan insiste en que, pese a esa lección, se trata de una novela de amor, una temática que lleva practicando desde bien joven y que la ha llevado también a proponer retos de escritura en Facebook, como manera de sobrellevar mejor el confinamiento impuesto en la primavera de 2020 por la Covid.
Estos microrelatos reunieron a unos veinte participantes, la mayoría de España -especialmente de Aliste- pero también de Cuba, dispuestos a escribir pequeños textos de 22, 14 y 40 palabras, durante 22, 14 y 40 días respectivamente sobre temáticas tan variadas como el amor o los sentimientos derivados del aislamiento en el hogar en plena pandemia.
Y es que la relación de Arisa con las letras viene de lejos: en su día publicó en el ya desaparecido periódico local “Renacimiento”, si bien la mayoría de sus escritos eran de carácter personal -bajo la influencia y admiración a la también poetisa local Margarita Ferreras-, destinados a reposar en la intimidad de su hogar como un tesoro que no podía vez la luz y que ahora se ilumina en forma de su primera novela larga. Ahora, como un faro, la historia de Tolan se ilumina con otro nombre y en otra ubicación -una isla imaginaria cerca de Maderia- como símbolo de la libertad que supuso en su día el abandonar la pastelería para poder crecer en el conocimiento de otras artes y ya con el tiempo suficiente para viajar.
En total, 160 páginas en las que Tolan pretende endulzar y sanar a través de palabras: “Como yo he estado toda la vida entre gominolas y tartas, creo que existe un símil con la escritura”. Símil que la alistana también aplica a las relaciones de la propia protagonista, con un padre natural de la zona de Tras Os Montes -y que surge de la cercanía con la frontera lusa- y que tiene que emigrar, lo que ofrece de nuevo a Arisa la oportunidad de evocar a su comarca como tierra de emigrantes.