Llegar tarde no siempre es mala educación, así lo explica la ciencia

La ciencia también ha encontrado relación entre la impuntualidad y los recuerdos que tenemos sobre tareas pasadas
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La impuntualidad suele asociarse con la mala educación, la falta de consideración o incluso el egoísmo. “Si llega tarde, es porque valora su tiempo más que el de los demás”, se escucha con frecuencia. Sin embargo, los estudios científicos han demostrado que llegar tarde puede estar mucho más relacionado con cómo funciona el cerebro que con una simple cuestión de cortesía.

Una de las claves para entender la impuntualidad está en la conocida como falacia de la planificación, un concepto introducido en 1979 por los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky. Este sesgo cognitivo explica cómo muchas personas tienden a subestimar el tiempo que les tomará completar una tarea, confiando en escenarios excesivamente optimistas. Es decir, creen que todo saldrá perfecto y en tiempo récord... aunque rara vez sea así.

Este fenómeno da lugar a lo que los expertos denominan sesgo optimista, una mentalidad que puede ser muy beneficiosa para la salud mental, pero que también arrastra problemas, especialmente cuando se trata de organizarse y cumplir horarios.

La impuntualidad puede derivar de cómo cada persona gestiona el conflicto entre las expectativas internas y externas. Las personas más puntuales suelen ser aquellas que priorizan las expectativas externas, es decir, las necesidades del entorno o las personas con las que han quedado. En cambio, los impuntuales tienden a seguir su planificación interna, muchas veces poco realista, y suelen distraerse con facilidad o pensar que tienen más tiempo del que realmente disponen.

La ciencia también ha encontrado relación entre la impuntualidad y los recuerdos que tenemos sobre tareas pasadas. Según un estudio publicado en Memory & Cognition, al planificar cuánto tardaremos en algo, solemos apoyarnos en experiencias anteriores. Pero si estos recuerdos están sesgados —como suele pasar—, nuestras predicciones serán inexactas. Curiosamente, este sesgo desaparece cuando la tarea es nueva y no tenemos recuerdos que nos influyan.

Y aún hay más: el hipocampo, una región del cerebro que gestiona el tiempo y la memoria, también tiene un papel protagonista. Investigaciones recientes han demostrado que las llamadas “células del tiempo” en esta parte del cerebro ayudan a calcular cuánto tardaremos en hacer algo. Cuando no funcionan correctamente, se pierde la noción temporal realista. Así lo explica el profesor Hugo Spiers, que ha estudiado este fenómeno: “Es probable que exista un mecanismo en el cerebro que provoca que algunas personas lleguen tarde a las reuniones porque subestiman el tiempo que les llevará llegar”.

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