Se cumplen 90 años de la apertura de Dachau: el campo de exterminio que sirvió de prueba para la barbarie

Fue el primer campo de concentración habilitado por el gobierno nazi a 13 kilómetros al noroeste de Múnich
Dachau
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Han pasado noventa años desde de la apertura de Dachau, el primer campo de concentración habilitado por el gobierno nazi a 13 kilómetros al noroeste de Múnich. Pero aún se recuerda el consejo que Else, una testigo de Jehová ya anciana, prisionera en Dachau, dio a una niña rusa de 14 años.

La niña presenció el brutal asesinato de su madre a manos de los oficiales alemanes del campo que, después de una violación grupal, la torturaron hasta morir. Ella cuenta: “Puesto que yo solo tenía 14 años de edad […], ¡el odio fue mi reacción natural!” Entonces oí a Else decirme calmadamente: “No los odies. No podrás hacerles daño. ¡Solo te perjudicarás a ti misma!”.

Gracias a Else, aquella niña pudo aguantar el terror de Dachau. Else le explicaba pasajes bíblicos que le apaciguaron el alma, diciéndole que Jesús nos había enseñado a ‘amar a nuestros enemigos y a orar por los que nos persiguen’ (Mateo 5:44).

Else fue tan solo una de muchos testigos de Jehová alemanes que estuvieron entre los primeros ocupantes de Dachau. Alois Moser, Josef Buchner y otros Testigos recuerdan el discurso de bienvenida del comandante del campo: “Y ahora, Estudiantes de la Biblia, van a ser ‘almacenados vivos’ en Dachau. Y aquí en este campo se pudrirán. No saldrán de aquí; su salida será por la chimenea”.

Los Testigos escogieron ser víctimas y no cómplices de Hitler en el Holocausto, como documenta el historiador John S. Conway que, en su libro La persecución nazi de las iglesias 1933-1945, dijo de ellos: “Fundándose en el mandamiento bíblico, se negaban a empuñar las armas […]. Como esta negativa era artículo de fe para los testigos de Jehová, todos ellos se hallaban prácticamente condenados a muerte. […] Muchos [fueron] transportados a Dachau”.

Hoy, 90 años después, muchos sobrevivientes recuerdan la negrura y la desesperanza de aquellos días. Para los Testigos, que compartieron aquel mismo espacio en Dachau, siguen siendo ciertas las palabras de la anciana Else: ‘el odio es un sentimiento que solo destruye a quien lo alimenta’. Tal vez por ello la niña de 14 años, que finalmente sobrevivió a Dachau, dijo años después recordando a Else: “Todas [sus] palabras eran como música a mis oídos y una fuente de fortaleza en aquellos dolorosos días. Gracias a los esfuerzos de la querida Else, Dios me ayudó a hallar la vida en Dachau”.

Testimonios como estos, tal vez sean el mejor antídoto contra el discurso del odio, que parece abrirse camino en la sociedad contemporánea.

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