En 2025, España registrará 296.103 nuevos casos de cáncer, un 3,3 % más que en 2024, según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Este aumento refleja una tendencia preocupante que ha llevado a la comunidad científica internacional a poner el foco no solo en factores genéticos o ambientales, sino también en hábitos cotidianos que podrían estar relacionados con el desarrollo del cáncer, según ha publicado recientemente The Washington Post.
Una de las prácticas analizadas ha sido la tatuación, cada vez más común en las generaciones jóvenes. En países como Estados Unidos, uno de cada tres adultos tiene al menos un tatuaje, según el Pew Research Center.
Un estudio en Suecia, citado por The Washington Post, encontró que las personas que habían padecido linfoma eran un 21 % más propensas a haberse tatuado. Otro estudio danés con gemelos sugiere una posible asociación entre los tatuajes y ciertos tipos de cáncer, como el de piel o linfoma. Aunque los datos aún son preliminares, los investigadores advierten que podrían ser necesarios estudios más amplios y a largo plazo para confirmar cualquier vínculo causal. La tinta, señalan, podría dificultar la detección de lesiones tempranas en la piel.
Otro factor que se ha puesto bajo la lupa es el consumo habitual de bebidas muy calientes, como el té o el café. Un estudio realizado con más de 450.000 personas durante nueve años mostró que aquellas que consumían té a altas temperaturas y además fumaban o bebían alcohol a diario, tenían un riesgo significativamente mayor de desarrollar cáncer de esófago.
En concreto, el riesgo se multiplicaba por cinco si a las bebidas calientes se sumaba el consumo de alcohol, y por dos si el hábito se combinaba con el tabaco. La teoría médica es que el calor podría dañar repetidamente las células del esófago, facilitando el desarrollo de células cancerígenas a largo plazo.
También se han revisado productos cosméticos de uso habitual, como tintes y alisadores para el cabello. Diversas investigaciones apuntan a que muchos de estos productos contienen formaldehído y ftalatos, compuestos químicos potencialmente cancerígenos. En particular, se ha estudiado su relación con cánceres sensibles a las hormonas, como el de mama o de ovario, lo que ha despertado preocupación entre quienes los utilizan de forma frecuente.
Aunque ninguno de estos estudios demuestra de forma definitiva que estas prácticas causen cáncer, los expertos coinciden en que es necesario seguir investigando con muestras más amplias y durante más tiempo. En paralelo, recomiendan precaución y optar por hábitos de vida saludables, priorizando la información científica contrastada y evitando alarmismos innecesarios.