Las obras del plan de humanización de Zamora, que incluyen la creación y renovación de 13 rotondas, han sumido a la ciudad en un caos vial que parece interminable. Aunque nadie discute la necesidad de mejorar la movilidad urbana, el precio que están pagando los zamoranos en tiempo, paciencia y nervios es incalculable.
Entre polvo, excavadoras y socavones, Zamora ve desaparecer algunas de sus rotondas más emblemáticas, esas que, aunque simples, eran parte del paisaje cotidiano. La renovación de las glorietas de la Avenida de Requejo, la bajada a Vista Alegre o la salida hacia Madrid elimina años de historia urbana para dar paso a diseños más modernos, pero con un coste emocional y práctico que no pasa desapercibido. Y nos sigue faltando un "Welcome to Zamora" en una rotonda que al menos sepan donde está esta Bien Cercada...
Mientras tanto, nuevas glorietas, como la de las Tres Cruces, no solo implicarán un rediseño del tráfico, sino también cambios simbólicos, como la reubicación de las icónicas tres cruces de piedra. La rotonda del Venecia o la de la gasolinera prometen complicar aún más el tránsito en puntos ya problemáticos.

Agujeros y socavones: el día a día de los zamoranos
Las obras han convertido zonas clave de la ciudad en un laberinto intransitable. La intersección de Arapiles con Cardenal Cisneros es ahora un agujero que parece interminable, mientras que el tramo final de Cardenal Cisneros hacia el Puente Nuevo se ha transformado en un socavón encharcado, perfecto para el estrés de conductores y peatones.
A esto se suma la improvisación constante: conos que aparecen y desaparecen, semáforos móviles que cambian el flujo del tráfico y pinturas temporales en las carreteras que confunden más que orientan. La falta de información clara solo empeora la situación, dejando a los ciudadanos en un limbo de frustración.
Millones de euros y paciencia desgastada
Con un coste que supera los 20 millones de euros, el plan de humanización promete ser beneficioso a largo plazo. Sin embargo, el sufrimiento actual de los zamoranos es difícil de justificar. Conductores atrapados en atascos interminables, comerciantes afectados por la falta de acceso y peatones esquivando obstáculos son la cara diaria de una ciudad en obras.
La fecha de finalización se proyecta para finales de año, pero pocos confían en que las promesas se cumplan. La Semana Santa, un evento crucial para Zamora, está a la vuelta de la esquina, y la incertidumbre sobre el estado de las obras añade más tensión a una ciudad que vive de su historia y su cultura.

Reflexión: prioridades a debate
Mientras Zamora se adapta al "destrozo rotondil", otras necesidades cruciales quedan en el aire. Proyectos como la mejora de la N-122 que se ha llevado decenas de vidas y es un problema contínuo, la finalización del Puente de Piedra, el nuevo Conservatorio o los parques de bomberos y policía siguen esperando su turno. La sensación general es que las prioridades están desordenadas, y el malestar de los ciudadanos crece.
El progreso es necesario, pero no debería ser sinónimo de caos. Los zamoranos merecen un plan de ejecución más eficiente, con información clara y una planificación que minimice el impacto en su día a día. Porque mejorar la ciudad es importante, pero hacerlo a costa de la calidad de vida de sus habitantes no debería ser el camino.