El "milagro de Empel" es la denominación del suceso acontecido entre el 7 y el 9 de diciembre de 1585, cerca del pueblo de Empel, municipio de la antigua Flandes. En él, un destacamento español denominado "Tercio Viejo de Zamora", dotado de 5.000 soldados se salvó de una destrucción más que segura, propiciando la declaración de La Inmaculada Concepción como Patrona de los Tercios españoles y de la actual Infantería española.
Los soldados reclutados para este tercio, que procedían en parte de Zamora y provincia (de ahí su nombre), formaron el Tercio Viejo de Zamora y el maestre de campo Francisco de Bobadilla fue su Comandante en jefe. El hecho se enmarca en la Guerra de los 80 años, del 1585, cuando el Imperio Español recupera Amberes.
Los soldados del Tercio de Zamora son enviados el lunes 2 de diciembre a tomar el llamado Bommelerwaard (al norte de 's-Hertogenbosch), un terreno de 25 kilómetros de este a oeste y 9 kilómetros de norte a sur delimitado por el río Mosa, Waal y canales afluentes.
Pese a lo rico de la tierra, el invierno golpeaba fuerte y los campesinos habían guardado su ganado. Para empeorar la situación de hambruna y desabastecimiento del tercio, una poderosa flota rebelde holandesa de cien barcos ("grandes y pequeños") al mando del conde de Holak (Felipe de Hohenlohe-Neuenstein) aparece en el horizonte, y bloquea a los españoles por las vías fluviales.
Es así como a principios de diciembre de 1585 el Maestre de campo Francisco Arias de Bobadilla se ve sumido en una grave situación de asedio. El comandante de las fuerzas holandesas propuso entonces una rendición honrosa pero la respuesta española fue clara: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos".
Tal justificación fue muy popular en la Infantería española, y es también conocida por haber sido empleada en el segundo cerco de Zaragoza (1808-1809).
Ante tal respuesta, el comandante holandés Holak recurrió a un método harto utilizado en ese conflicto en aquellas tierras tan llanas y bajas: intentar abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo, cosa que sólo consiguió en parte pues Bobadilla tenía a sus fuerzas protegiendo todos los flancos.
Pronto el campo quedó totalmente inundado, salvo pequeñas isletas por lo que Bobadilla ordenó replegarse a un montículo de tierra firme, el montículo de Empel.
Los españoles fueron aquella noche cañoneados con fuego de artillería y arcabucería rebelde, cosa que aguantaron estoicamente durante horas. Sin embargo, con la llegada de la noche, los decididos españoles devolvieron el fuego (contaban con algunas piezas de artillería) y pusieron en fuga a sus enemigos.
Desesperado, Francisco de Bobadilla ordenó al capitán Bartolomé Torralva y a un acompañante flamenco atravesar el bloqueo en una pequeña barca (pleyta) con varias cartas de auxilio. Entre ellas, se podía distinguir una que tenía como destinario a Mansfeld, el que más cerca se hallaba del lugar de los hechos, otra a Juan de Águila y otra a la cercana guarnición de Bolduque.
El día 7 de diciembre, de acuerdo con la tradición, un soldado del tercio cavando una trinchera cerca de la iglesia o cementerio para guarecerse del aire y la artillería, tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción.
Anunciado el hallazgo, colocaron la imagen en un improvisado altar y el Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada y a cantar la Salve.