martes. 23.04.2024
Misa Crismal presidido por el obispo de Zamora, Fernando Valera. Fotografía: Diócesis de Zamora
Misa Crismal presidido por el obispo de Zamora, Fernando Valera. Fotografía: Diócesis de Zamora

El obispo de la diócesis, D. Fernando Valera Sánchez, ha presidido la Misa Crismal, bendiciendo los sagrados óleos y animando a los presbíteros en el cumplimiento de sus promesas sacerdotales

A la celebración asistió el obispo emérito de Chimbote con origen sayagués, D. Ángel Francisco Simón Piorno, el presbiterio zamorano y un importante número de fieles laicos y religiosos que acudieron a la Santa Iglesia Catedral en la mañana del Miércoles Santo.

En su homilía, D. Fernando reconoció que no son tiempos fáciles y que “no podemos negar la aridez actual que afecta y nos inquieta en nuestro camino sacerdotal y en nuestro peregrinar en la fe”. Es una época en la que Dios parece ser llevado a los márgenes, en la que escasean las vocaciones, en la que el envejecimiento hace cerrar casas y convertir a la Iglesia en una institución periférica para la gente, pero en un panorama como el que tenemos, el prelado alentó a “no ceder al miedo y al desánimo” porque “el Padre siempre actúa” (Jn 5,17)”. Los sacerdotes, insistió, deben mirar el mundo desde la fe, confiados en el Señor estará con ellos “todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).

Citó Monseñor Valera unas palabras de Benedicto XVI: “En el centro está el gesto antiquísimo de la imposición de las manos, con el que Jesucristo tomó posesión de mí, diciéndome: Tú me perteneces. Pero con ese gesto también me dijo: Tú estás bajo la protección de mis manos. Tú estás bajo la protección de mi corazón. Tú quedas custodiado en el hueco de mis manos y precisamente así te encuentras dentro de la inmensidad de mi amor. Permanece en el hueco de mis manos y dame las tuyas”. Y es que, en medio de los problemas, Dios siempre se hace presente y “por medio del Espíritu crea la fraternidad sacramental, vínculo de comunión y llamada a una vida fraterna, signo profético en nuestro tiempo”.

A continuación, quiso D. Fernando subrayar cuatro acentos del rito de ordenación en los que centrar la reflexión de los sacerdotes:

  1. El primero de esos cuatro acentos fue el de DiosDicta el ritual de ordenación sacerdotal que“Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término” porque aunque parezca que Dios se esconde, Monseñor Valera afirmó que no es así, Él “nos ha dado su Espíritu para que en medio de las limitaciones humanas de las personas y de los grupos, de los límites culturales, históricos, religiosos, pero también psicológicos, intelectuales y morales actúe en todos y desde dentro”. Continuó afirmando que “la presencia del Espíritu está normalmente mezclada con las limitaciones, errores y pecados humanos. Hemos sido elegidos para el diaconado, el sacerdocio y para el episcopado con nuestra humanidad imperfecta. Gracias Señor porque cada uno de nosotros es llamado con su sensibilidad, su historia, su carácter, sus talentos y sus debilidades”.
  2. El segundo acento que quiso subrayar D. Fernando fue el de la “disponibilidad para ser colaborador del orden episcopal, apacentar el rebaño del Señor y dejarse guiar por el Espíritu Santo”. Monseñor Valera reconoció que “ser pastor en el S. XXI es un reto apasionante” y para cumplir bien con la misión “es necesario amar a Cristo (…). Cuando ama un sacerdote, realiza gestos divinos (los tuyos). Dios realiza gestos humanos (los tuyos) y lo hace con un corazón de carne y tus lágrimas. Tú puedes amar con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas. Tú puedes ser en medio de este pueblo noble de la diócesis de Zamora la ternura de Dios”. Insistió el obispo que los curas siempre amen: antes que hacer y antes que actuar. El Señor, constantemente le pregunta a todos y particularmente a los sacerdotes si le aman, si toman tiempo para Él. Terminó este segundo acento invitando a los presbíteros a acercarse al corazón de Jesús para encontrar el calor y la luz que necesitan en su misión.
  3. El tercer acento que Monseñor Valera significo en su homilía fue el de la santificaciónporque “encontrar la dimensión de lo sagrado en este mundo es una gracia. Esto supone ayudar al hombre contemporáneo a emerger del vacío y buscar el sentido”. Invitó a los sacerdotes a “construir el hombre interior”, y les alertó de que “es fácil perder la propia humanidad en la lucha exterior” si no se cultiva una buena calidad de vida interior que irradie “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí… Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu” (Gal. 5, 22-23a, 25).
  4. El último acento es el Sí, quiero. Los sacerdotes han de estar “unidos en torno a la Palabra y la Eucaristía para vivir la comunión” porque, apuntó D. Fernando Valera, “la íntima fraternidad sacramental, que está más allá de nuestros propios sentimientos, es de Dios y la recibimos por gracia. Tenemos edades, formaciones, sensibilidades distintas pero un solo Espíritu, que grita en nosotros ´!Abba´, Padre!”. Añadió D. Fernando Valera que es Dios quien nos centra en la lógica del Evangelio, nos configura con su Hijo Jesús por el don del Espíritu. Toca ese espacio “ontológico”, donde se vive el seguimiento y el discípulado de forma total: “Renueva en sus corazones el Espíritu de Santidad”. Citando al Papa Francisco indicó Monseñor Valera que la santidad es mansedumbre, paciencia, humildad. “Cuando miramos nuestro presbiterio encontramos un estilo sacerdotal que da un sabor de autenticidad de una vida bendecida por el Señor. Cuántos de vosotros con vuestra entrega me decís que el amor lo es todo. Que vuestro vivir sencillo está hecho de disponibilidad y entrega. Como Jesús sois signo, por la imposición de manos, para ofrecer a los demás protección, curación y bendición a los que buscan la paz y el consuelo. Sois signo del Buen Pastor. Ungidos, buen olor de Cristo para la vida del Mundo”

Las últimas palabras de la homilía fueron orientadas a dar las gracias a todos y cada uno de los sacerdotes.

A continuación, Monseñor Valera escuchó cómo los sacerdotes renovaron los compromisos adquiridos en su ordenación sacerdotal. Pidió también a todo el Pueblo de Dios que orase por los sacerdotes y por él mismo para que cumplieran con la misión encomendada.

Consagró el Santo Crisma y bendijo el óleo empleado que servirá para ungir a los nuevos bautizados, signar a los confirmados y ordenar a sacerdotes y obispos, así como el óleo empleado en la unción de los enfermos. La palabra “crisma” proviene del término griego chrisma, que significa unción (y por ello Cristo significa ungido, Mesías). Así se llama al aceite y bálsamo mezclados que el obispo consagra este Miércoles Santo.

Valera anima a los presbíteros en el cumplimiento de sus promesas sacerdotales durante...