Zamora no se olvida, se lleva puesta con táper olor a gloria bendita para despedir la Pasión

La despedida de los de la diáspora: maletas llenas de viandas y recuerdos de Semana Santa
Cazuelas realizadas para el proyecto sopas de ajo solidarias. Fotografía: José Luis Redondo Alfarería
photo_camera Cazuelas realizadas para el proyecto sopas de ajo solidarias. Fotografía: José Luis Redondo Alfarería

Zamora, 21 de abril de 2025 — La Semana Santa ha terminado y con ella, el éxodo inverso se pone en marcha. Es momento de volver a hacer maletas, de cerrar casas que se abrieron con ilusión, de despedirse con un “hasta pronto” que sabe más a nostalgia que a certeza. Porque los zamoranos de la diáspora regresan cada año con la misma necesidad de volver a sus raíces, y ahora, toca regresar a sus “olivos” repartidos por toda España y más allá.

Los "salvajamones", como cariñosamente se les apoda —los hijos, nietos y sobrinos que emigraron por necesidad o ambición—, han vivido con intensidad estos días de Pasión. Algunos han procesionado, otros han madrugado para ver la Tercera Caída o la Congregación, otros han alzado la vista entre lágrimas al escuchar un Miserere que les atraviesa el alma desde que eran críos. Y ahora, con la garganta hecha nudo, toca marcharse.

Maleteros llenos de amor envasado al vacío

El ritual del regreso nunca cambia: los maleteros rebosan de rebojos, aceitadas, rosquillas, chorizo, lomo, queso y vino, porque no hay supermercado más abundante ni más generoso que la despensa de los padres y abuelos zamoranos. En cada tupper va guardado el esfuerzo de los mayores, su manera de decir “cuídate”, “come bien” y “vuelve pronto”.

Es la despensa emocional la que más pesa: el reencuentro con primos que solo se ven en estas fechas, el paseo por Santa Clara lleno de caras conocidas, la procesión de La Borriquita donde te llevaste a tu hijo por primera vez, o ese primer beso adolescente en los soportales de la Plaza Mayor, a la salida de la Vera Cruz.

madre llenando un táper
madre llenando un táper

Zamora: ciudad de la Semana Santa… y mucho más

A quienes ven la ciudad como rancia, chapada a la antigua o caciquil, también comunista ya que su alcalde es el único de España de una capital de provincia, la Semana Santa les contesta con calles llenas, balcones con banderas, turistas rendidos a la sobriedad y miles de zamoranos regresando con la excusa perfecta para reconectar con su infancia, su historia y su gente.

La ciudad retoma ahora su ritmo, con sus obras de humanización, sus aceras en renovación, su tráfico cortado y su lucha silenciosa por atraer más vida joven. Pero también con una sensación de haber cumplido: haber acogido de nuevo a los suyos, aunque solo fuera por unos días, y haberles recordado por qué siempre merece la pena volver.


Porque en Zamora se vuelve por Semana Santa, en verano, en Navidad... pero es esta semana la que duele más al irse. La que huele a incienso y a familia. La que deja un vacío que no llena ningún AVE, ningún piso moderno ni ningún trabajo estable.

Y así, un año más, cada mochuelo vuelve a su olivo, con la promesa de volver. Porque Zamora no se olvida, se lleva puesta... aunque solo sea en un táper con olor a gloria bendita.

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