María Escarda, misionera zamorana en África: "Colaborar con el Domund es una cuestión de honestidad porque estamos robando a los más pobres"

María Escarda tiene 50 años y lleva 24 como misionera. Dejó su pueblo natal, Villanueva del Campo, para hacer un voluntariado en México y desde entonces no lo ha dejado. Escarda explica que como cualquier joven de su edad estudió, viajó y disfrutó de la vida pero nada llenaba su corazón. Hasta que se hizo misionera.

"Tenemos un corazón insaciable que solo se llena entregándote a los demás", argumenta María Escarda cuando se le pregunta por qué se hizo misionera. Desde hace tres años, Escarda trabaja en Togo, en el África Occidental, en un pequeño territorio llamado Dapaong, una zona pobre que viven de la agricultura y la ganadería. "Siembran maíz, lo llevan al molino y con un saco de harina tienen para hacer la comida todo el año", cuenta la misionera zamorana para ejemplificar la pobreza en la que está sumida esta parte de Togo.

María Escarda cree que la mala distribución de la riqueza y la avaricia del Primer Mundo explican la pobreza de África, un continente rico en minerales, como el coltán, tan importante para la fabricación de móviles. "Pero ellos ni los huelen", apunta Escarda, de ahí que considere una "cuestión de honestidad" colaborar en la campaña del Domund. "Les estamos robando", sentencia la misionera, que convive en una comunidad en la que cristianos y musulmanes son "amigos" y donde regenta una biblioteca con luz. "Si allí no hay luz ni agua corriente", aclara.

La biblioteca es para muchos el único contacto con los libros, ya que en las escuelas no tiene material más allá de una pizarra y un cuaderno y el único acceso a la lectura para niñas que se prostituyen para pagarse los estudios y niños que se echan a la calle ante la pobreza y los problemas de sus familias, pobres y desestructuradas.

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