En el año 2012 Zamora inauguraba su Panteón de los Ilustres con la colocación de las cenizas del escultor Eduardo Barrón, siguiendo el modelo de otros camposantos del país. Junto al escultor de Moraleja del Vino descansan muchos otros personajes de la vida pública zamorana que son visitados ocasionalmente no sólo por familiares sino por estudiosos o turistas.
San Atilano acoge a todos los hijos de Zamora que deciden recibir sepulturua en el Camposanto de la capital y allí, en el descanso eterno, todos son iguales a los ojos de los visitantes que se acercan. Sin embargo, existe en otros lugares de Europa y cada vez más en España un turismo de cementerios que busca presentar sus respetos a personajes ilustres o encontrar las mayores singularidades de estos cementerios.
A la entrada del cementerio espera el paso de los hijos que se han emocionado con sus obras, Ramón Álvarez. Hasta sus restos se acercan aquellos que han cargado bajo los banzos o los que sienten fiel devoción a alguna de las imágenes del imaginero de Coreses. Ciudad semanasantera como pocas, además de Ramón Álvarez, otros grandes artistas como Abrantes o Hipólito Pérez Calvo.
Nada más cruzar la puerta principal del camposanto zamorano, a la izquierda se aprecian los vestigios de sus orígenes. Allí se encuentran algunas de las tumbas más antiguas. Las primeras referencias históricas de la necrópolis local se remontan a la primera mitad del siglo XIX, aunque entonces el cementerio no tenía "tanto éxito" ya que se prefería enterrar a los difuntos dentro de las iglesias o en su entorno. Una de las tumbas ancestrales de San Atilano que aún se conservan es la de una niña llamada María Dolores Primitiva, en cuyo nicho puede leerse en una placa que "tendió al cielo sus alas y aquí sus despojos descansan en paz". La pequeña fue enterrada junto al muro del camposanto en 1889, cuando tan solo tenía 17 meses.
El aficionado al turismo del descanso eterno puede admirar esta tumba junto a otras que igualmente datan de finales del siglo XIX y medio centenar de panteones monumentales construidos ya en el siglo XX. Pero el arte en el cementerio se aprecia hasta en los árboles, en concreto en un ciprés muerto en el que hace ahora una década el artista Andrés Figuero talló a partir del tronco un ángel de madera al que le añadió unas alas de hierro.
Llama la atención el soldado que, sin acabar nunca su guardia, vela por el descanso eterno del Teniente Tito o la decoración de piedra y naturaleza que decora la tumba de Candelaria Ruíz del Árbol, una de las benefactoras de la ciudad que ahora tiene un barrio a su nombre.
El maestro Haedo o Claudio Rodríguez son otros de los intelectuales zamoranos que son visitados y que podrían tener cabida en el Panteón de los Ilustres donde, hasta el momento, sólo encuentra descanso Eduardo Barrón. Magistral Romero, Isabelita de Jerez o las religiosas Sor Dositea y Sor Ignacia encuentran también el hueco entre esos lugares a visitar dentro de San Atilano.
Galería de fotos de algunos de los ilustres lugares de San Atilano.