En la iglesia de San Isidoro de Zamora ya no reina el silencio de los claustros, sino las voces curiosas de los niños que tocan, observan, preguntan y aprenden. Aquí, donde antes el arte se contemplaba en silencio, ahora se juega, se toca y se siente. Es el Laboratorio de EsperanZa, la gran novedad de esta edición de Las Edades del Hombre, un proyecto pensado para acercar el arte y la fe al público más joven a través de una experiencia sensorial e interactiva.
“El arte entra por los sentidos”, recordó el obispo de Zamora, Fernando Varela, durante la presentación de las actividades, orgulloso de que la Diócesis sea escenario del primer espacio de estas características dentro de la historia de Las Edades del Hombre. “Queremos que los niños vean cómo se hace una obra, que comprendan el proceso creativo y que el arte deje de ser algo lejano para convertirse en algo que se puede vivir y disfrutar”.
En esta ocasión, la belleza se enseña jugando. El visitante se adentra en un recorrido diseñado con un objetivo claro: traducir el lenguaje del arte a la mirada de un niño. La propuesta nace del trabajo conjunto entre la Fundación Las Edades del Hombre y la Fundación ZamorArte, con la colaboración de instituciones, artistas y educadores zamoranos.
“El itinerario nace del corazón de un educador”, explicó Juan Carlos López, director de ZamorArte. “Queríamos crear un lenguaje comprensible, que permitiera a los escolares entender los símbolos, tocar los materiales, oler la madera, escuchar los sonidos que hay detrás de una obra. El arte no se enseña, se experimenta”.
El director de proyectos de Las Edades del Hombre, David Muriel, destacó que este espacio marca un antes y un después en la forma de acercarse al patrimonio religioso. “Es una edición especial precisamente por este laboratorio. Hemos querido ir más allá de las visitas guiadas o los cuadernos didácticos: aquí, los niños pueden interpretar la exposición de manera divertida y directa, y reconocer luego en las sedes principales los elementos que han tocado y sentido en el Carmen”.
El Laboratorio de Esperanza está abierto los fines de semana —viernes tarde, sábado completo y domingo por la mañana—, con entrada gratuita para quienes visiten la exposición, y con la posibilidad de reservas escolares entre semana. “Nuestro sueño es que todos los colegios de la provincia y de Castilla y León puedan pasar por aquí”, añadió Muriel.
El recorrido se articula en tres estancias temáticas
La primera, dedicada a la arquitectura, enseña que un edificio no solo protege del frío, sino que también es un lugar para encontrarse con Dios. Allí, los niños descubren el valor del románico zamorano y la majestuosidad de la catedral como continente artístico.
La segunda, centrada en la pintura, recrea el estudio del artista zamorano Ricardo II, donde los chavales pueden observar cómo se crea un cuadro y qué busca un pintor cuando retrata el rostro de Dios. La tercera, dedicada a la escultura, ofrece reproducciones en 3D de piezas como el Cristo de las Injurias y materiales que se pueden tocar: hierro, barro o madera, los mismos con los que trabajan los artesanos de siempre. Además, se recrea el taller de trabajo del fallecido escultor zamorano Ricardo Flecha.
La muestra también invita a reflexionar sobre el sufrimiento y la esperanza. Restos de un cayuco llegado a la isla del Hierro, el patinete del joven Ignacio Echeverría, muerto en un ataque yihadista en el puente de Londres o la madera quemada de los montes de la Sierra de la Culebra simbolizan el dolor del ser humano, un dolor que —como recordó López— “Cristo se echa a la espalda para transformarlo en resurrección”.
La exposición culmina con los llamados “miradores mágicos”, creados por la artista zamorana Alba Bartolomé, que reinterpretan el mensaje de la esperanza mediante la luz y la inteligencia artificial.
Nada en este proyecto es casual: desde los pictogramas y el lenguaje fácil incorporados para hacerlo accesible, hasta la ambientación sensorial pensada para despertar la curiosidad infantil. “Educar es invertir”, insistió López. “Y acercar a los chavales al arte es ofrecerles una manera de entender la vida con sentido. Porque el arte no solo enseña a mirar, enseña a creer”.