Quizá hoy me sienta más nostálgico que de costumbre. Tal vez porque nací dentro del ámbito militar, en una familia llena de guardias civiles: desde mi bisabuelo Francisco hasta los primos que todavía hoy sirven en el Benemérito Cuerpo. No puedo evitar contar esta experiencia desde dentro, porque durante nueve años viví en un cuartel, y eso deja huella.
El Día de la Patrona siempre fue fiesta en casa. Mi bisabuelo Francisco hizo zona nacional como él mismo decía, la Alta Sanabria de donde vienen mis orígenes tienen el capítulo militar que daba entonces y aquel momento de vida.
Mi abuelo, brigada, sirvió en aquella Andalucía que veía a Franco en blanco y negro, y allí estuve yo también. Las paradas militares no eran simples desfiles: eran la demostración de lo que el orden y la disciplina pueden aportar a una sociedad que, más que nunca, necesita esas cualidades.
La cercanía de la Guardia Civil la mamé desde la infancia. Los uniformes, los tricornios, las guerreras y las cartucheras se limpiaban con mimo para ese día. Había comida rica y, a veces, hasta se salía a un restaurante. Era el domingo de la Patrona, y la vida giraba en torno a cientos de amigos vestidos de verde, todos rectos y educados, serios pero cercanos.
No fui “polilla”, como decían los jóvenes que seguían la tradición familiar. Menudo alférez de gastadores se perdió el cuerpo, ¿verdad? abuelo Paco y abuelo José... Pero desde fuera, hoy echo de menos aquellos días. Curiosamente, no me gustan las armas —las detesto, de hecho— porque sé que pueden causar demasiado daño en las manos equivocadas. Aun así, crecí viendo en mi familia el ejemplo del servicio y la entrega, incluso cuando algunos primos tuvieron que vivir amenazados por ETA en el País Vasco o yo mismo lo vi de cerca cuando estuve allí destinado y no podía abrir el coche porque llevaba el inhibidor de frecuencia siempre conectado..
Me siento orgulloso de haber nacido en ese ámbito de respeto, disciplina y ayuda desinteresada. Me enseñaron desde pequeño los valores que sigo conservando. En los días de la Patrona, sigo respondiendo a los ¡viva! con emoción. No tanto al del Rey —nunca dejé de pensar que España pudo ser República sin necesidad de un Borbón—, pero sí al “¡Viva la Guardia Civil!”, porque su himno y “La muerte no es el final” siguen poniéndome un nudo en la garganta y los canto de carrerílla. La oveja un poco negra si, pero alguien tiene que contar la verdad. El cuerpo ya no es lo que era menos mal....porque también había lo suyo en el ámbito machista que hoy gracias a Dios ya no tiene ni punto de comparación.
Saber que ellos y ellas están ahí siempre me ha dado seguridad. De día y de noche, son los primeros en llegar y los últimos en irse. En Zamora, en Sanabria o en cualquier rincón de España, los de verde siguen dando su particular do de pecho.
Siguen siendo mi familia, aunque muchos ya no estén vivos. Hoy los recuerdo como en aquellos días de infancia, cuando el cuartel se llenaba de vida, de respeto y de orgullo. Porque el Día de la Patrona siempre será, para mí, el día de mis recuerdos más queridos.