Cincuenta años después, seguimos sacándonos fotos con la Constitución como si fuera un santo relicario, cuando en realidad pide reformas a gritos.
Pero claro, en un país donde cuesta cambiar una rotonda, imagínense cambiar un artículo constitucional. No vaya a ser que se rompa España, la Grande, la Libre… y la Democrática, que esa parte se nos olvida.
La España que derrotó tarde al fascismo y hoy vuelve a temblar
Europa hizo los deberes tras la Segunda Guerra Mundial. Aquí tardamos un poco más, cosas del clima, la idiosincrasia y el miedo.
Mientras medio continente estudiaba democracia, nosotros aún estudiábamos… el Cara al Sol.
Y lo digo con conocimiento de causa.
Mi tía abuela Teresa de cría recibió diez cinturazos en Balborraz por no saberse el himno, ese Cara al Sol....que tanto daño hizo.
Mi tío abuelo, en Valencia, cayó a manos de los “rojos” de turno y estuvo a punto de ser fusilado pero libró de milagro.
La misma familia, dos bandos, una guerra absurda que dejó cicatrices en cada casa del país.
Pero hoy, un siglo después, hay quien juega a incendiarlo todo otra vez: unos con banderas enormes de águilas y flechas y otros con nostalgias soviéticas de saldo, rojo casposo y utópico que ya no tiene tampoco lugar.
España siempre dispuesta a tropezar con la misma piedra… y además con entusiasmo.
Democracia: joven, cansada y necesitada de vitaminas
Nuestra democracia es una adolescente con acné que ya peina canas. Necesita reformas, vitaminas y una buena limpieza general.
Pero la clase política prefiere el postureo: unos gritan “fascistas”, otros gritan “comunistas”, y mientras tanto,
los problemas de verdad siguen donde estaban: intactos y creciendo.
Y en Zamora… pues lo de siempre: tranquilidad, despoblación y sarcástico equilibrio
Mientras España se pelea consigo misma, Zamora continúa en su eterno universo paralelo. Aquí seguimos entre Viriato, el Motín de la Trucha y los silencios de posguerra. Una tierra donde todo cambia despacio y todo se recuerda para siempre.
Pero menos mal que entre Paco Guarido y Javier Faúndez, Zamora vive tranquila. De vez en cuando aparece la JCYL normalmente para liarla porque Zamora importa lo justo, "los votos".
No perfecta, no sobrada de recursos, no reformada hasta los cimientos… pero sí en calma democrática.Y al menos respetuosa en sus debates no como ocurre en un parlamento que efectivamente y como dijo Santiago Carrillo "es una jaula de grillos".
Y eso, a estas alturas, es como encontrar wifi gratis en mitad de la Sierra de la Culebra: un milagro, o como no perder la cobertura de Zamora a Toro, otra.
Nada de experimentos, nada de himnos ni uniformes. Aquí ya tuvimos de todo eso. Y aún hay abuelos que recuerdan dónde estaban las fosas y quién no volvió.
Zamora no necesita épica.
Necesita que la N-122 sea autovía antes de que llegue el apocalipsis, que no arda el monte todos los veranos, que la gente joven tenga algo más que la opción de opositar, y que la provincia deje de ser esa nota a pie de página entre Valladolid y Madrid.
Administración, servicios… y futuro. Eso es lo mínimo.
Porque la política que funciona es la de cada día: la que arregla papeles, levanta calles, abre parques de bomberos y no grita más de la cuenta.
Zamora no quiere héroes.
Quiere gestores.
Lo mínimo.
Y tal como está el patio nacional… es casi lo máximo.
20N: Que la historia no vuelva, que las cunetas sigan cerradas y que España siga siendo lo que debe ser
España es un país grande, libre, democrático y puntero… aunque algunos se empeñen en lo contrario. Un país que se cae, se levanta, tropieza, vuelve a caer, y aun así sigue siendo uno de los mejores lugares donde vivir. Que se lo cuenten si no a los cerca de 100 millones de turistas que vienen cada año.
O al menos deberíamos creerlo. Porque el día que dejemos de creerlo, empezará el problema.
Y en Zamora, ya sabemos cómo va esto:
si dejamos ir… siempre pasa lo de siempre. Y nunca para bien.