Con la llegada del buen tiempo y la apertura de las terrazas, muchos buscan alternativas refrescantes para acompañar las reuniones sociales sin descuidar la salud. Aunque la cerveza o una copa de vino suelen estar en el punto de mira de quienes quieren moderar el consumo de alcohol o controlar las calorías, hay una bebida tradicional que puede resultar aún más perjudicial: el rebujito.
Originario de Andalucía, el rebujito combina manzanilla o fino —vinos típicos del sur— con refrescos carbonatados, habitualmente de limón o lima. Esta mezcla, popular en ferias y celebraciones, esconde una trampa: el alto contenido en azúcar que aportan los refrescos.
El exceso de azúcar no solo incrementa el riesgo de desarrollar obesidad, caries o enfermedades cardiovasculares, sino que además puede intensificar los efectos del alcohol en el organismo. Al acelerar su absorción en sangre, el azúcar puede provocar una sensación de embriaguez más rápida y prolongada, aumentando los riesgos asociados al consumo excesivo.
Expertos advierten que, aunque todas las bebidas alcohólicas deben tomarse con moderación, el rebujito puede resultar una opción especialmente peligrosa si se abusa de él. Para quienes no quieran renunciar a esta tradición, se recomienda limitar su ingesta a ocasiones puntuales, espaciar su consumo y alternarlo con agua para mantenerse hidratado.