La llegada del Obispo de Zamora, Fernando Valera, fue recibida hace apenas cuatro años con esperanza. Se le abrió la puerta de la ciudad, incluso desde este diario —sí, desde Zamora News— le dedicamos hasta un “ángelus” en directo y el beneplácito de un nuevo puesto en una ciudad conservadora y con un aspecto austero y sereno. Pero aquel pastor que se presentaba humilde y cercano se ha transformado en un prelado que parece más empeñado en desmontar la diócesis pieza a pieza que en cuidar de su rebaño.
Hoy, la sensación generalizada en Zamora es que el Obispo ha convertido a la diócesis en su propio tablero de ajedrez, moviendo piezas al antojo de su ego y relegando a quienes no aplauden cada movimiento. ¿Resultado? Una Iglesia local revuelta, con sacerdotes enfrentados, fieles desconcertados y Cáritas en la cuerda floja.
Una lista de relegados que crece día a día
El Obispo presume de autoridad, pero lo suyo huele más a abuso de poder que a liderazgo pastoral. Y la lista de damnificados lo demuestra. Si hacemos un repaso cronológico, parece más un ajuste de cuentas que una reorganización eclesial:
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Pilar Ramos, ecónoma: expulsada del círculo de confianza y despedida con indemnización. Más propio de un ERE que de una diócesis.
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José Ángel Rivera de las Heras, Delegado Episcopal de Patrimonio y uno de los mayores conocedores del arte sacro zamorano, dimitió por propia iniciativa y así se lo comunicó por escrito, viendo lo que estaba pasando, quizá antes de que las cosas fueran a más.
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Vicky Esteban, responsable de prensa: acusada de “estar demasiado cerca de los sacerdotes”. Un argumento insólito que retrata prejuicio antes que razón.
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Antonio Jesús Martín de Lera, vicario general: dimitió ante la falta de diálogo y pidió amparo al Vaticano. No lo hizo solo: lo apoyaron sus vecinos, fieles y cargos eclesiásticos que ya conocen de los problemas en esta diócesis.
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Directora de la Residencia de Villarrín de Campos, despedida con indemnización por daños y perjuicios tras un proceso impropio de una institución que predica la caridad.
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María Jesús Sánchez, Delegada de la Oficina de Atención al Menor y también vinculada a Cáritas: cesada por desavenencias con el Obispo.
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Y antes, con el obispo Valera ya instalado, otros nombres como José Francisco Matías (vicario general con el antiguo Obispo fallecido, D. Gregorio), Luis Miguel Rodríguez (Vicario del Clero), Fernando Toribio (Vicario de Pastoral) o varios profesores del Seminario.
La purga ha dejado a la diócesis desangrada. Y cada despido, además, ha supuesto cientos de miles de euros en indemnizaciones que han hecho mella en las cuentas y que tendrán su explicación en el balance que bajo la transparencia de la Diócesis más transparente de España ha de darse.
Cáritas, víctima colateral
Si hay una herida que duele especialmente es la de Cáritas Diocesana de Zamora, ejemplo de solidaridad durante décadas. Con Valera en el solio episcopal, han cerrado:
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La línea de jardinería de la empresa de inserción.
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La tienda de Comercio Justo y librería diocesana.
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La tienda de ropa en Benavente.
Todos ellos eran espacios de empleo para personas en exclusión.
A esto se suma el despido de María Jesús Sánchez, directora de la oficina de protección al menor y del centro de atención a drogodependientes. El mensaje es claro: quien no encaja en la visión del obispo, sale por la puerta.
El Obispo que revuelve la Semana Santa y desordena la diócesis
La diócesis de Zamora era, hasta hace poco, un engranaje estable. Con tensiones, sí, pero ordenado. Hoy reina el desconcierto. Incluso los sacerdotes jubilados han sufrido cambios a peor en la casa donde residen, según relatan algunos de ellos.
La Semana Santa de Zamora, joya espiritual y cultural, también ha sido sacudida por Valera: decisiones improvisadas, cambios sin consenso y un estilo autoritario que ha generado malestar en cofrades, clero y fieles.
Quién es quién en la diócesis: los relevados y los inamovibles
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Los relegados: Rivera de las Heras, Martín de Lera, Pilar Ramos, Vicky Esteban… y una larga lista que confirma la tendencia. Cuatro vicarios en cuatro años de obispado son un síntoma más que evidente.
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El triunvirato del poder: José Manuel Chillón, ecónomo y hombre fuerte en las finanzas, junto con Juan Carlos López Hernández, el brazo derecho del Obispo. Un círculo cerrado de obediencia.
De pastor a gerente de egos
La metáfora es inevitable: el Obispo de Zamora recibió un reloj suizo que funcionaba con precisión. Hoy ese reloj está desmontado, con piezas sueltas en el suelo.
En vez de tender puentes, Valera levanta muros. En vez de humildad, soberbia. Y mientras, en la sombra, operaciones como la Universidad del Duero que se atribuyen en detrimento de los ideólogos, la posible cesión del Convento de las Marinas a una empresa de restauración, o la venta de inmuebles parroquiales alimentan la sospecha de que lo social cede paso al negocio. Algo inexplicable que también surge es esta deriva como se pide una colecta especial para la rehabilitación de la Iglesia de la Magdalena en Zamora, cuando en el portal de transparencia de la Diócesis aparecen millones de euros en Fondos de Inversión, ¿Incoherencia? Pobre Jesús de Nazaret, y pobres votos de pobreza...algo que no tiene sentido ni católico ni común. ¿ Pretenderán un superavit estilo Diputación de Zamora o Ayuntamiento? ¿Donde está la obra social de la Iglesia? ¿Donde está ese voto de pobreza? Hemos vuelto al negocio y a los diezmos y primicias, a las bulas...de nuevo pobre Jesús de Nazaret.
Una diócesis en crisis de fe y confianza
La diócesis no se vacía solo por falta de vocaciones. Se vacía porque los fieles no encuentran ejemplo en un obispo que divide más que une. Apenas se le vio en los incendios, ha dejado pasar la oportunidad de ser un referente en ausencia de obispos vecinos como el de Astorga, y ha reducido la pastoral a un ejercicio de control. Por cierto el recorrer la provincia era una de las tareas diocesanas que tendrían que ocupar al Obispo de todos los zamoranos, pero comenzó tarde y por Sayago.
Los curas lo dicen en privado, los laicos lo murmuran en los bancos: Valera no inspira, divide. Y así, la diócesis tropieza una y otra vez.
Conclusión: un obispo que se queda solo
Zamora no necesitaba un gestor de egos, sino un pastor. Y lo que tiene es un obispo que, con cada decisión, siembra desconfianza. La diócesis está revuelta “hasta más no poder”, como dicen muchos de sus sacerdotes que lo hacen en silencio no siendo que las represalias los lleven a un retiro de los que nadie quiere.
El Vaticano ya ha recibido el SOS desde Zamora. Ahora falta ver si Roma escucha lo que aquí se grita: esta diócesis no aguanta más demolición controlada. Un diario católico debe ser adalid de la verdad y esta tiene solo un camino, ante la pérdida de vocaciones y de fe, la verdad ha de imponerse a la soberbia del hombre y el abuso de poder, Zamora no merece este trato, y los católicos tampoco.