El Jueves Santo en Zamora se caracteriza por una de las procesiones más solemnes y tradicionales de la Semana Santa: la procesión de las Capas Pardas. Con el tañido profundo de la campana de la Iglesia de San Claudio de Olivares y el resonar de las matracas, el silencio de la noche se ve quebrado solo por la devoción de miles de zamoranos que se agrupan, año tras año, en esta jornada de penitencia.
El recorrido comienzó un año más desde la Plaza de San Claudio, atravesando las principales calles del arrabal de la ciudad. Los cofrades, ataviados con sus tradicionales capas de pastor, únicas en diseño y confección, danzan al son de las vibrantes matracas, mientras las luces titilan tenuemente. Las capas de pastor, vestigio de una tradición secular, simbolizan la humildad y el sacrificio, que, junto con el eco de los cánticos y el silencio de los participantes, generan una atmósfera de profunda espiritualidad.
La procesión avanza por la Plaza de San Claudio, Cabildo, la Avenida de Vigo, la cuesta y calle Pizarro, Rúa de los Francos, hasta alcanzar la Plaza de San Ildefonso. El Arco de San Ildefonso marca uno de los momentos más significativos del recorrido, llevándonos a la Plaza de Fray Diego de Deza, donde se realiza el rezo del Vía Crucis. Este acto es el centro de la noche, un momento de meditación y oración que conecta a los fieles con el sacrificio de Cristo.
Al llegar a la Plaza de San Claudio, los hermanos entonan el Miserere Alistano, que pone fin a la procesión en un silencio estremecedor. Las notas del himno resuenan en el aire y acompañan el regreso de los cofrades a la iglesia, donde la quietud de la noche se hace aún más palpable.
La Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo del Amparo, protagonista indiscutible de la procesión, marcó su paso por las calles de Zamora con solemnidad. Cada hermano que participa en esta tradición lo hace con una devoción especial, uniendo el presente con los recuerdos de los primeros cofrades, los de la llamada "procesión de Alí Babá y los cuarenta ladrones". En 1956, solo 40 hermanos salieron a procesionar por las calles de Zamora, una cifra que, con el paso de los años, ha crecido de manera significativa.
Un emotivo recuerdo se hace presente en la Plaza de San Claudio, donde se erige la estatua en honor a Ricardo Flecha, quien fue un pilar fundamental para la preservación de esta tradición.
En esta noche de Jueves Santo, la ciudad se viste de penitencia, de austeridad, pero también de recuerdos y de una tradición que sigue viva, marcada por el respeto y la devoción de todos los zamoranos. La procesión de las Capas Pardas nos recuerda que, aunque el paso del tiempo cambia muchas cosas, el espíritu de la Semana Santa en Zamora sigue siendo inquebrantable.