Lo que comenzó como una idea lanzada entre amigos se convirtió en una de esas aventuras que se cuentan toda la vida. Tres zamoranos, Samuel Manteca Vicente, Juan Casanova López y Carlos Andrés Fernández, han completado una ruta en moto desde Zamora hasta Senegal, atravesando Marruecos, el Sáhara Occidental y Mauritania hasta llegar al mítico Lago Rosa, donde antiguamente terminaba el Rally Dakar.
Todo empezó dos años atrás, cuando los tres viajaron juntos a Marruecos. “Se nos hizo corto y dijimos venga, la próxima hasta Senegal”. La idea quedó marcada en el calendario y, poco a poco, fueron dando forma a un recorrido que combinaba aventura y resistencia.
El plan inicial era claro, 14 etapas hasta llegar a Senegal, con paradas calculadas y previsiones estudiadas. La realidad acabó escribiendo otra historia. Samuel salió de Zamora con fiebre. Juan, por su parte, se olvidó la documentación de la moto en casa, lo que le obligó a esperar un día más en Almería con los papeles en mano para que pudiera embarcar. Y Carlos, entre tanto, perdió los tacos de la rueda en pleno Marruecos.
“Lo que tú tienes organizado y lo que pasa luego no tienen nada que ver”, cuenta Samuel. “Pinchazos, fiebre, el amortiguador roto, el calor... Al final te vas adaptando sobre la marcha”.
Las temperaturas llegaron a alcanzar los 46 grados en Mauritania. “Era imposible meterse por el desierto sin agua ni sombra”, explican. Por eso, decidieron modificar parte del trayecto para seguir por la costa hasta Senegal. “No tenía sentido arriesgarse. Íbamos sin coche de asistencia y solo con una baliza de emergencia. Si pasa algo ahí, estás vendido”, recuerdan.
Si algo no faltó en el viaje fueron anécdotas dignas de película. En una de sus primeras noches acampando, en Marruecos, se despertaron sobresaltados por los burros en medio del desierto y durante otra de sus etapas se sobresaltaron al ver como una cabra saltaba de la vaca de un coche. Una aventura que también dejó momentos duros con el contraste de la calidad de la situación económica y la calidad de vida en comparación con Europa. “Hay mucha pobreza, algo duro de ver que te deja tocado, es otra realidad”,confiesan.
Durante casi dos semanas de viaje, los tres zamoranos recorrieron más de 6.000 kilómetros de carreteras, arena y polvo. Acamparon en oasis abandonados, soportaron días enteros bajo el sol y aprendieron que la improvisación es parte esencial del viaje.
“Esto no es irte a un resort en Punta Cana”, bromean. “Aquí te pones malo, se te pincha una rueda y duermes entre burros”.
Aun así, volverían a hacerlo. “Pasas por lugares increíbles que solo puedes ver así, en moto. Hay momentos duros, pero la sensación de libertad lo compensa todo. Es muy bonito, pero quien lo intente... que se prepare”.