Olga (34), Svitlana (32), Arina (3), y el hermano Serhiy junto con el esposo de Yevhenia, Oleksandr, salieron de Kiev el 6 de marzo a las 10:30 hacia el pueblo de Ruzhyna, región de Zhytomyr, para recoger a Yevhenia (34), Alice (17) y Oleksandra o Sasha (8), esposa e hijas de Oleksandr.

El camino no era complicado en otros momentos de las vidas de estos ahora, refugiados, pero al final fue un largo un trayecto de no más de 2 horas en circunstancias normales, que se convertía en la primera odisea de esta familia que tenía a los padres de las pequeñas Arina, Alice y Sasha como acompañantes de sus retoños y esposas hasta la frontera con Polonia. Los hombres de entre 18 y 60 años no podían ni pueden salir del país salvo raras excepciones que en este no era el caso, los esposos y familiares siguen en la capital ucraniana combatiendo día a día.
La distancia entre Kyiv y Ruzhyn es de unos 170 kilómetros. Un viaje que en circunstancias normales sería de poco más de dos horas, se hicieron eternas, nos contaban, llegamos a las 18:30, tras ocho horas de camino agotador, con paradas de más de media hora cada apenas 50 kilómetros. A los lados de la carretera los coches estropeados y sus ocupantes desesperados esperando a poder continuar no sabiendo como. Todo un camino de desolación y atasco masivo con escenas de pánico, y lágrimas, con el saber que salían de un lugar donde quizá nunca más volverían a ver como lo dejaron.

Los atascos de tráfico interminables y se hacían eternos, las apenas dos horas en circunstancias normales duraron 8 horas y todo era un caos. Miles de personas se movían por la carretera buscando la salvación, no solo en coche o en autobús, muchos de ellos lo hacían también andando.
"El frío era intenso y la noche se cerraba, era nuestra primera noche fuera de los bunquers y refugios de nuestra casa que Dios quiera que cuando volvamos siga en pie".

Nuestras protagonistas vivían en Kyiv en un edificio de 9 plantas en una zona residencial como podría ser nuestro Vista Alegre o cualquier barrio de las afueras de Madrid o cualquier otra gran ciudad española. Ellas son amigas y los maridos y hermanos ahora combatientes en un frente que sigue por todas partes abierto.

El espacio aéreo de Ucrania sigue sin cerrarse y los bombardeos por mucho que Putin cuente que son selectivos siguen siendo crueles y asesinos de niños y niñas, más de 250 podrían haber muerto según las autoridades ucranianas. La ciudad de Kyiv y también las de Leópolis o Mariupol siguen resistiendo a las continuas oleadas de misiles enviados desde Bielorusia o desde las bases ya asentadas del ejército ruso en territorio ucraniano. Todo sigue siendo guerra aunque las clases on-line sigan dándose en el país o fuera de él. Los escolares se mantienen unidos al menos de forma virtual, todo un ejemplo de tesón también y de lucha contra una invasión cainita y cruel de un territorio que sigue estando invadido por la garra de un Putin sin corazón y sin escrúpulos.
Las mujeres pasaron la noche en el pueblo de Ruzhyn, y ya las 9:00 de la mañana del 7 de marzo salieron de la misma iglesia donde se refugiaron, desde allí continuaron su camino hacia el pueblo de Boryslav, cerca de Truskavets, donde tenían que pasar la noche como habían proyectado para así poder cumplir con el plan establecido.

La distancia de Ruzhyn a Boryslav es de 540 kilómetros, y llegaron alrededor de las diez de la noche. Fueron 13 horas en el caos de salida de un Kyiv que se rompía a su espalda, un camino de nuevo complicadísimo y con una enorme cola de coches, autobuses y camiones que atascaban la carretera y que hacían un verdadero calvario el viaje hacia un futuro también incierto, pero esta vez sin bombas, sin noches en los refugios, y sobre todo con la intención de asegurar la vida de las mujeres de la familia.
Durante las horas de viaje atascos de tráfico enormes, en la carretera, y en el camino nuestros viajeros divisaban decenas de animales muertos y coches en llamas y cantidad de personas que también hacían el camino a pie.
Las personas involucradas en accidentes no esperaban a la policía, sino que seguían adelante si el automóvil aún podía estar en movimiento, la desolación y el caos seguía siendo la tónica dominante para estas dos familias que intentaban llegar a la frontera cuanto antes, como lo han hecho casi 4 millones de personas. Una situación que recuerda a los éxodos de la segunda guerra mundial.

En la llegada a la ciudad de Kharkiv muchos vehículos fueron tiroteados y aunque que fueron atacados y en muchos casos quedaron con los balazos en puertas y ventanas, continuaron, pero ya en muchos casos sin cristales y parabrisas. La gente escapó como pudo, nos contaba Olga.
También según nuestra narradora Olga, y en su deseo de agradecimiento: “una cosa que debo decir es dar las gracias a los soldados ucranianos, y por supuesto a sus maridos y familiares que se ofrecieron para poder llevarnos hasta la frontera”. También Olga agradece emocionada a mecánicos y personal de servicio que organizaba un punto de control donde revisaron todos los autos y desde allí les desearon un feliz viaje y un pronto retorno en paz.
Ya el 8 de marzo, en el desayuno, preguntaron cómo llegar a la frontera más cercana. La frontera más cercana estaba en Smilnytsia, donde llegaron para reunirse con cientos de ucranianos que intentaban lo mismo que ellas salir de un país en guerra rumbo a un futuro incierto pero sin bombas.
Después de 9 horas de pie con los niños en la cola, con un frío atroz, de hasta -7ºC y en la frontera, entraron en la sala de espera del autobús, después de cruzar el paso fronterizo. La localidad es uno de los pasos más frecuentados y cercanos a la ciudad Polaca de Kroscienco, una de las fronteras donde estuvimos esperando para poder descargar la ayuda que al final tuvimos que trasladar a 50 kilómetros más al norte en la zona de Nizhankovichi.

Ya pasada la frontera y siendo alrededor de las 4:00 am del día 9, las llevaron al pueblo de Lodina, ya en Polonia, donde colocaron a las chicas en una escuela, allí les ofrecieron un lugar para descansar en la habitación de los niños, osea en un colegio, todo ello sobre colchonetas para al menos dormir algo hasta la mañana siguiente.
Cuando despertaron se encontraron con el voluntario Volodymyr Merkulov, quien las llevó a un club ecuestre, donde ya pudieron asearse ducharse, cocinar y alimentar a los niños.
El 10 de marzo volvieron de nuevo a la escuela del pueblo de Łód (Polonia), donde los voluntarios llevaron en sus coches a las seis mujeres al Centro de Asistencia a los Ucranianos en Cracovia. El contacto con Gema fue providencial y ella les proporcionó un sitio en el Centro de Asistencia a los Ucranianos, ubicado en Cracovia, 5 Shnyadetsky Street. Allí permanecieron junto con otros ucranianos a la espera de que el convoy de los zamoranos llegara para poder trasladar a todas las familias allí reunidas a España. Un destino final donde al menos el halo de esperanza de la prima Susana podría poner algo de cordura en un viaje de más de 4.000 kilómetros
"El 13 de marzo, alrededor de las 6:00 de la tarde todo tuvo de nuevo un sentido, Gema y su marido nos informaban que el transporte había llegado y que nuestro viaje comenzaba con Paco y los voluntarios de Acción Norte, a los que no podemos estar más agradecidas, al igual que a todos los polacos que nos han ayudado en nuestro viaje de salida de nuestro país, un país que amamos profundamente y en el que dejamos a nuestros hermanos, maridos, padres y familiares que han optado por quedarse y defender nuestra patria".

La odisea de un viaje de 4 días para recorrer no más de 900 kilómetros deja latente que el sacrificio del pueblo ucraniano merece el mayor de los respetos y la ayuda de todos, ya que no solo por humanidad sino porque cualquiera podría ser una de las Olga, Svitlana, Arina, Yevhenia, Alice y Oleksandra de esta historia de guerra.
Hoy todas ellas están a salvo en un lugar cercano a Palafurguell y en Playa de Aro. Hoy pueden dormir en camas "normales" en habitaciones "normales" aunque no sean las suyas y aunque no huelan a sus casas. Ellas siguen esperando a volver con los suyos a intentar rehacer unas vidas que se han visto truncadas por una guerra que solo deja desolación y miseria, destrucción y tristeza. Que todo vuelva a la normalidad es nuestro deseo y tenemos seguro y claro que el día que puedan volver las acompañaremos para que sientan seguras y acompañadas que es al menos lo que podemos hacer por personas que definitivamente marcan la vida de cualquiera que conozca su historia.
