viernes. 29.03.2024
Padre Cid. Foto Interbenavente
Padre Cid. Foto Interbenavente

Hay personas que, en el camino de la vida, recordando al poeta andaluz que cantó a la Castilla ancestral, nunca persiguieron la gloria, ni quisieron dejar su obra en la memoria de los hombres, pero su forma de trabajar, de  hacer, de ser útiles a los demás, han dejado una estela que perdura en el tiempo. Una de esas muchas personas olvidadas es el vidrialés Antonio Fernández Cid, el Padre Cid.

Su infancia en el pueblo fue la de un niño de su edad, querido y cuidado por su padre, hermanas y la que hacía las veces de madre; muchacho inquieto, vivaz, imaginativo, aplicado, trabajador, juguetón, muy hábil en el popular juego del “tanguillo”, los domingos le hacía ilusión llevar el estandarte desde la escuela a la iglesia; ocupado en corretear con su hermana Filomena por la casona labriega, ir a la escuela, jugar con los compañeros, hacer pedreas con los de Tardemezar o Bercianos, pescar en el rio, montar a caballo, le gustaba pastorear y ayudar a los criados de la casa.

El pequeño Antonio, siendo escolar en el pueblo, fue testigo involuntario, junto con sus compañeros, de un trágico suceso, el asesinato de la joven maestra a manos de un tal Pedro que le asestó varias cuchilladas, para terminar, quitándose la vida tirándose a la laguna de Bercianos.

Los años fueron pasando y llegó el día de trasladarse a Astorga donde cultivar la vocación que decía tener; pronto comenzó a despuntar entre los alumnos y los profesores dejaban a su cargo ciertas responsabilidades.
Charlas y conversaciones con los redentoristas despiertan en él la curiosidad por Luis Gonzaga y Estanislao de Kostka y se siente atraído por la lectura de la vida de Santa Teresa.

Dadas las cualidades del futuro sacerdote, algún profesor le animó a presentarse a una beca, que ganó con facilidad, para ingresar en la Universidad de Comillas, en aquellos años, era el centro más prestigioso de la cultura eclesiástica española; aquí comienza a fraguarse la idea de hacerse jesuita. Superados los años de formación en Comillas, la vida de Antonio hasta el final de sus días tendrá tres etapas: sacerdote diocesano, jesuita (maestro y fundador) y cisterciense (monje y constructor).

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El Padre Cid , el monje constructor, un zamorano en el olvido