Laura Pino es propietaria de la Guardería "Los Lunnis" de Zamora, con solamente 29 años, se encarga de este centro para cuidar a los más pequeños, algo que ella misma define como "la mejor profesión del mundo". Sin embargo, las trabas y los altos costes, han puesto en jaque a esta joven zamorana que ve sus sueños emborronados. Con toda su ilusión, decidió hacerse cargo de este espacio durante la pandemia "con la ilusión de salir adelante y con las dificultades que existían en esa época. Solo de pensar que puedo llegar a cerrar hace que se me caiga el mundo encima... y más con el apoyo que recibo cada día de las familias que confiaron y confían en mí para el cuidado de los pequeños".
Pino se levanta cada mañana a las 6:30 horas para recibir a sus niños junto a tres compañeras que, mano a mano, educan a estos menores. Nunca pierden la sonrisa. Las dificultades son evidentes: ella no cobra a las familias por llevar a los pequeños al centro infantil mientras que la Junta de Castilla y León les otorga dos pagos, uno en noviembre y otro en abril y que "aún no tenemos confirmados". Para ella "esto se resume en la incertidumbre de no saber si se realizará el siguiente pago, mientras seguimos con los mismos gastos, incluso incrementados que debemos afrontar mes a mes".
Además, "hay que sumarle que venimos de una pandemia y, yo personalmente, llevo poco tiempo al cargo por lo que no tengo muchos ahorros. Aún así hemos tenido que hacernos cargo de inversiones que la Junta nos ha exigido de un día para otro y sin ni siquiera saber que podremos continuar con nuestro negocio". La propietaria asegura que desde el Gobierno y la institución autonómica no reciben ningún tipo de ayuda, "todo lo contrario, para cumplir las condiciones que nos han exigido hemos tenido que hacernos cargo nosotras".

La situación no es sencilla, para seguir con el negocio, tienen que aceptar las normas impuestas por la institución "a pesar de habernos reunido en varias ocasiones con ellos para tratar de llegar a acuerdos". Eso sí, ha dejado claro que los centros privados están a favor de la gratuidad, pero "no a costa de nuestro negocio y tratando de dejarnos fuera después de años de experiencia en esta etapa".
Con ilusión, ganas, constancia y mucha fuerza, siguen con su trabajo "todas queremos continuar y por supuesto que estamos a favor de la educación pública ya que es algo que beneficia a la sociedad y con la conciliación de las familias, pero sin dejarnos fuera arruinando nuestros sueños y por lo que tanto hemos luchado". De esta manera, lo único que piden es que se las "tenga en cuenta" por su vocación y dedicación en el que consideran "el mejor trabajo del mundo". Y qué mejor manera que "asegurándonos un futuro ya que actualmente vivimos en una continua incertidumbre debido a los cambios que hemos sufrido en el último año".
Sin embargo, las medidas no ayudan. "Cada día recibimos una exigencia nueva, que no nos asegura nada cambiando la legislación sin tenernos en cuenta o asegurarnos que eso será suficiente. A esto hay que sumarle que nos exigen matriculas de niños antes de confirmarnos si nos aceptarán las aulas, tenemos muy poca información, incluso los inspectores provinciales". Pero no es algo solamente ocurre en este centro, "el resto de escuelas públicas están en una situación similar debido al desastre de gestión, la rapidez con la que han querido hacer todo y la cantidad de preguntas sin responder que aún tenemos, además de no haber recibido aún el segundo pago mientras pasan los meses y tenemos que seguir haciendo frente a todos los gastos como el sueldo de las trabajadoras o la seguridad social".
Esta mochila cargada de piedras a la espalda genera problemas de salud, no solamente de forma física, sino también mental. Pino no es la única que se enfrenta a esta situación, "son muchas las compañeras de otros centros que han tenido que tomar medidas drásticas, incluso a cerrar por este motivo, como ha ocurrido en algún caso en nuestra ciudad y las que quedamos cada vez estamos más cansadas de luchar por algo en lo que no recibimos ningún tipo de apoyo".

Se sienten desamparadas, solas y sin algo en lo que apoyarse, a pesar de que se encargan del cuidado de niños que quieren ya como si fueran suyos. Que forman parte de su día a día, que se dejan la piel por su bienestar. Aportan confianza a las familias para desprenderse de sus pequeños por unas horas. Forman la base de la educación.
"Es algo vocacional y con lo que disfrutamos día a día, hacemos el esfuerzo de hacer frente a las inversiones que nos exigen para poder continuar con nuestro negocio y queremos formar parte de esa gratuidad, pero con facilidades por parte de la Junta y no de la manera que se está haciendo todo. Pensamos en hacer huelga, pero no quisimos dejar a todas las familias que siempre han confiado en nosotras tiradas, aunque quizá hubiéramos conseguido que se hiciese todo de una manera más sencilla y sin crear estos problemas, pero lo único que buscaban eran votantes e implantar cuanto antes la famosa gratuidad", explica esta autónoma de Zamora.
Tras cada aula, hay una ilusión, vocación, cariño, esperanza y muchos sueños. Además de ello, también hay familias que "perderán su trabajo y que ya no podrán ni hablar de la conciliación porque nos quedaremos sin nuestra forma de ganarnos la vida, en gran parte mujeres luchadoras que solo queremos trabajar en lo que más nos gusta y por lo que nos levantamos con ganas cada mañana".