La historia de Paola y Jorge es la de un matrimonio emigrante que encontró en Canarias la salida a una Argentina en plena crisis económica. Tras varios trabajos -especialmente en el mundo de la hostelería-, la familia se acomodó en las islas, recorriendo gran parte de ellas (Gran Canaria, Tenerife y Fuerteventura), si bien su sueño era salir y acomodarse en el campo. Una opción que en el archipiélago es prácticamente inviable a nivel económico y que los llevó a iniciar la búsqueda cuando sus hijos apenas comenzaban a caminar.
Hubo un primer intento en el año 2000 en un pueblo de Teruel, pero los problemas de comunicación en pleno invierno y la falta de atención diaria de las farmacias y consultas amilanó al matrimonio. “El médico y las farmacias abrían una vez al mes si no había nieve y con nuestra hija utilizando por entonces mucho las mascarillas nos dio miedo”.
La búsqueda se paralizó, si bien la espina se quedó clavada mientras sus pupilos crecían. Con Luzma ya recién cumplidos los 20 años y en plena crisis del Covid, el matrimonio decidió que era momento de cumplir su sueño. “Llamamos y escribimos a un montón de páginas y nunca obtuvimos respuesta”, una búsqueda desesperanzadora ante la que el banco de viviendas Juntos por Sayago supuso un rayo de luz.
Aprovechando el ERTE en el hotel en el que trabajaba Paola, la familia se fue deshaciendo de buena parte de sus bienes y pertenencias únicamente para viajar hasta la comarca zamorana y conocer las opciones disponibles para asentarse en la zona. “Recién entrados de nuevo en el ERTE, empezamos a vender la nevera y todo lo que teníamos para venir únicamente a ver. Una locura porque si no nos gustaba nos quedábamos con lo puesto”. Aún recuerdan cómo en la propia aduana los trabajadores les llamaban locas: “Nos decíamos que si éramos conscientes del cambio”, recuerda la madre.
Si la familia se enamoró de Mámoles, las posibilidades económicas -unido a la oferta del momento- les llevó hasta una casa tradicional de la zona en Argañín. “Nada más entrar, los suelos de piedra y las grandes portaladas de la entrada me enamoraron”.
Paola abandonó así su trabajo de camarera de pisos en un lujoso hotel en Fuerteventura para pluriemplearse. “Nos vinieron a llamar a la puerta de casa para ofrecernos trabajo”. La hija Luzma ya comienza a manejarse como pastora, una labor que desempeña en la vecina Fariza y que ha podido ir aprendiendo gracias a la paciencia de su jefa y a los consejos de su novio, al que ha conocido en la zona. Una profesión que también comparte con su madre, Paola, que hace auténticos malabarismos para poder trabajar en casas particulares, mientras continúa mandando su CV a una empresa que acaba de abrir en la zona.
La familia se separó el 9 de enero. En plena Filomena, el hijo mayor regresaba a Tenerife para continuar con sus estudios superiores de música, mientras Jorge se quedó varado a la espera de un trasplante de médula que debía recibir en Santander. “Los vuelos se cancelaron y al contar su historia uno de los encargados de expender los billetes se acercó para brindarle una solución con un vuelo hasta Bilbao”. Mientras, Paola y Luzma se embarcaron en un viaje de tres días en barco y al que se sumó otro con el coche cargado con sus pocas pertenencias desde Cádiz.
“Aquí tengo mi sueño. Yo sólo con mirar por la ventana y ver mi huerto y mis gallinas ya soy feliz”. Paola habla emocionada desde una cocina de gas con su típica chimenea, mesa-camilla y despensa abierta. Un sueño en el que ha arrastrado a su marido y con el que se ha venido también su hija menor, Luzma, que ya planea comenzar a estudiar el próximo año un Grado Superior de Educación Infantil.
Un año después, la familia se encuentra completamente asentada, en continua comunicación con los vecinos que les sorprenden cediéndoles la leña que han cortado para pasar el invierno o tocando a la puerta para traerles un Roscón por el Día de Reyes, una ayuda inmensa para una familia cargada de ilusiones y ganas de vivir.
La historia de esta es la de una familia luchadora, que abandonó Argentina antes de que se declarara “el corralito” y con un niño de apenas año y medio, que supo salir adelante en una nueva tierra a la que consideran su patria, con la noticia de la enfermedad de Jorge y que pese a todo han seguido luchando hasta alcanzar su sueño, un sueño humilde pero que saborean como los productos de la tierra que ya conocen y degustan. “La vida se va en un suspiro y nosotros no podemos estar más orgullosos de haber cumplido con este sueño”.