Tras el viaje desde Zamora por la carretera de Benavente y saliendo por el desvío hacia Faramotanos de Tábara, la vía se vuelve angosta y destrozada por el innumerable trasiego de los camiones que pelan el asfalto.
Decenas de ellos se cruzan con los coches y motos viendo cómo se llevan las maderas de árboles centenarios. El destrozo de la vía es notable, por tanto, hay que estar más que atento a los socavones y a las roderas de los demonios de hierro que se llevan lo que en su momento fue el paraíso verde de la provincia.
El incendio más grande de la península deja como resultado sierras peladas y negro de fondo, si bien hay atisbos verdes que dejan imaginar la alegría que era ver la Culebra verde y llena de vida.
Retomando la ruta, llegar a Sanabria por el desvío de Remesal deja claro que el pulmón de la provincia tiene ahora su fuerte en esos 12 kilómetros de bosque que enamoran a cualquiera.
Rodar a 30 es ir rápido, puesto que deseas que la eternidad sea esa, la de un camino de sombra de aromas mil y colores sin número.
Al final, el Puente, la zona de inscripción de Motos Sanabria y la esperanza de que este sea otro gran año de motos y un verdadero espectáculo de exportación de lo mejor que tiene Sanabria: la paz y la naturaleza, el padre Lago y el poderoso momento de cada uno, también el silencio y los aromas, las vistas y el clima.
Un año más, Sanabria sana con terapia de silencio, pero también de ruido de motos y personas, que son las que importan. Gracias terruño, gracias mi tierra. La terapia sanabresa comienza.