Los continuos actos de vandalismo han llevado a Iberdrola a vallar el poblado de Villalcampo. Ya no es posible acceder al interior de las casas, cuyas puertas y ventanas también han sido cerradas. Asimismo, se han instalado cámaras de vigilancia para detectar posibles intrusos.
En los últimos meses, los vecinos del pueblo habían alertado de los destrozos que se habían ocasionado en el poblado, así como de robos de objetos y material que se encontraban en el interior de las edificaciones.
Con esta medida la empresa hidroeléctrica pretende evitar que el recinto en el que vivieron los trabajadores de la central y sus familias acabe como el salto de Castro de Alcañices, hoy propiedad de un particular, que está completamente abandonado y es pasto de la suciedad y la dejadez.
Aunque Iberdrola no confirma cual será el destino del poblado, no descarta seguir la actual política de la empresa de mantener los edificios para alquilarlos como casas rurales tanto a sus trabajadores como al personal jubilado.
De hecho, la compañía que dirige Ignacio Galán ha rehabilitado cerca de 50 viviendas en algunos de sus poblados más emblemáticos junto a los ríos Duero, Tormes o Tajo para que sus empleados y personal prejubilado y jubilado disfruten de la posibilidad de alojarse en sus casas rurales en sus vacaciones o fines de semana. De ellos, 15 están Aldedávila (Salamanca), 15 en Villarino (Salamanca), 10 en Ricobayo y 8 en Alcántara (Cáceres)- en sus vacaciones o fines de semana.
Como ya viene haciendo la compañía a lo largo de los años con los apartamentos de costa para las vacaciones de verano, en esta ocasión lanzará la posibilidad de que los interesados puedan alojarse durante todo el año, por periodos semanales, confirma la hidroeléctrica.
En los últimos meses se han realizado una serie de actuaciones para la adecuación y mejora de las viviendas, pero con la intención de hacer la estancia lo más agradable y segura posible no se ofertarán hasta que los protocolos de seguridad por la COVID lo permitan.
Una joya a los pies de la presa
Durante la primera mitad del siglo XX, los proyectos de construcción de presas en España desbordaban los aspectos estrictamente técnicos o empresariales.
Su magnitud y complejidad requerían de una ingente cantidad de mano de obra, lo que unido al hecho de que estas obras se llevaban a cabo a menudo lejos de los grandes núcleos de población, hacía necesario construir en el entorno directo de la obra lo que se conoció como los poblados, verdaderos pueblos donde se desplazaban los trabajadores de la presa con sus familiares y donde habitarían durante el desarrollo de las obras, apunta Iberdrola.
Eran verdaderas localidades levantadas de la nada, donde se necesitaba instalar todo cuanto fuera imprescindible para el desarrollo de la vida cotidiana. Además de la lógica infraestructura: escuelas, enfermerías, hospitales, instalaciones deportivas —generalmente frontones o campos de fútbol—, iglesias, comedores, cantinas y viviendas.
Aquellos poblados fueron lugares de trabajo donde muchos españoles encontraron un buen medio de vida y donde hallarían algunas de las comodidades de la “vida moderna” —todavía entonces ajenas al medio rural del que procedía buena parte de los trabajadores—, tales como el agua corriente, la luz eléctrica o la asistencia médica, la formación escolar de calidad para los niños o la instrucción profesional para jóvenes mujeres que entonces no se incorporaban todavía a las labores manuales de las obras.
No cabe duda de que en la particular historia social de la España de aquella primera mitad del siglo XX —en la que tuvieron lugar tantos acontecimientos históricos de relevancia—, jugó un papel importante la entonces estrecha vinculación entre la empresa y la vida cotidiana del trabajador, entiende la compañía hidroeléctrica.
Y, desde luego, los poblados, donde vivieron quienes construyeron las muchas presas que se levantaron en aquella época, forman parte de esta historia. Hoy, le toca al poblado de Villalcampo, que pronto podría convertirse en un destino de vacaciones.