El artículo, para el antiguo semanario campesino y ácrata ¡Campo Libre!, fue publicado el 17 de agosto de 1935.
Los pueblos, abandonados
(por Jacinto Toryho)
No son palabras. Ni párrafos sonoros. Ni literatura sentimental.
Que nadie se dé por aludido. Que nadie se ofenda. La verdad no debe ofender nunca. Aunque sea bisturí que saje.
Y la verdad es esta: Tenemos abandonados los pueblos.
Así. Dura. Hiriente. Tajante. Ni al cirujano le tiembla el pulso al sajar, ni a nosotros al escribir.
Los pueblos son la entraña de la nación. Ellos constituyen la fuerza revolucionaria más valiosa. En ellos reside la savia racial. Los pueblos son la clave.
Pero están incultos. Son un erial en ideas. Puro barbecho permanente. En algunos ha prendido una llama revolucionaria y protestataria: la desesperación. Y la desesperación nace del sentimiento. Cuando en ella no predomina un ideario, es estéril. Se reduce a explosión momentánea, pasajera, incidental.
Los pueblos son la clave de la vida de un país. Son casi el todo. Y los tenemos relegados a último término. ¿No interesan?
La política española ha hecho con los pueblos la apoteosis del analfabetismo. Los olvidó. Los despreció por siempre. Los amordazó con discursos y promesas. Los intoxicó de caciquismo. Los pueblos solo daban votos. Y brutos.
Mendizábal fue el genitor. La estatua que tiene en Madrid (en la ¡Plaza del Progreso!), es un formidable salivazo lanzado al rostro del moderno liberalismo. Mendizábal asesinó la autonomía municipal. Y robó como un perfecto miserable los bienes comunales de los Municipios. La desamortización, tan ensalzada por la burguesía liberal, fue el crimen más monstruoso que la ley ha cobijado en su seno de ramera.
De entonces acá, los pueblos no han pasado de viveros de hambre. Entonces nació el caciquismo. Y volvió a imperar el látigo. Sin cultura, sin pan, sin vislumbre de redención. Sin ideas.
Y así siguen.
Andalucía ruge, porque lleva la anarquía en la médula. Cataluña, la del «rabassaire», se rebela siempre, porque su principio vital es revolucionario neto.
¿Y Castilla?
De otro espíritu, de otra manera de ser, de psicología diversa que las regiones citadas. Castilla duerme el sueño suicida de su retroceso. Empobrecida, explotada hasta la vergüenza, sin que a su suelo se le nutra del jugo científico que le haga producir más y mejor, muerta de sed por el desmoche bestial de su arbolado, esta región va a la zaga en el movimiento social de la Península. Es la rémora. ¿Quién es el culpable del asesinato moral de esta región? ¿La política? Sí. ¿Y quién de que no resucite? ¡¡Nosotros!!
Así, sin paliativos, sin subterfugios, sin miedo a las palabras.