La fiesta del Corpus Christi se vive con devoción en El Perdigón. Cada año la iglesia se convierte en un auténtico culto a la religiosidad ferviente de este día que se celebra cumplidas las 60 jornadas desde el Domingo de Resurrección. Un año más, la impresionante alfombra floral ha hecho acto de presencia gracias a decenas de manos voluntarios y al quehacer especial de dos de las vecinas que han dado forma a una verdadera obra de arte tanto en diseño como por sus dimensiones.
Pilar Fernández y Yolanda Muriel han sido las encargadas de diseñar los dibujos que han cubierto el interior del templo a lo largo de 40 metros de largo en los que se han empleado miles de pétalos de rosa, flores diversas y césped.
Un trabajo dedicado que cuenta con la colaboración e implicación del resto de pueblo con voluntarios para rellenar los huecos de césped o flores -entre ellos un grupo de madres de los niños que este año han recibido el santo Sacramento de la Comunión-, mientras otros proveían de bolsas cargadas con todo el material necesario para dar vida a esta efímera obra de arte: "Cada uno colabora con lo que tiene".
Los pequeños han lucido sus trajes dentro y fuera del templo, entre dibujos florales, de cálices, las siglas JHS (Jesús Hijo y Señor) así como sobre la imagen de la Virgen María. Un manto que, para sorpresa, se extendía más allá del edificio religioso. Allá donde muchos municipios decoran sus calles al paso de la procesión entre el tomillo y el romero, este municipio enclavado en la Tierra del Vino opta por continuar una elaborada alfombra que se extiende hasta los 300 metros de largo al aire libre.
Sobre ella han desfila hoy los seis niños -una niña y cinco niños- que este año han alegrado una fiesta con aroma a primavera pero, sobre todo, a relevo generacional. Todo ello en una jornada plena de domingo que sólo se ha visto levemente enturbiada a última hora del acto con la llegada de las primeras gotas de la tarde.