La paciencia se agota en Almeida de Sayago. Un año más, con la llegada del verano, los contenedores de reciclaje del municipio, especialmente los de plástico y papel, vuelven a rebosar basura sin que se haya realizado una recogida adecuada. Una imagen que, lejos de ser una excepción, se ha convertido en rutina y que ha colmado la indignación de sus habitantes.
“La situación se vuelve insostenible. Estamos cansados de protestar”, explican varios vecinos, hartos de un problema que arrastran desde hace años sin respuesta efectiva por parte de la administración. Apuntan directamente a la Diputación de Zamora, responsable de la recogida, y critican la falta de rutas periódicas en la zona: “Llamamos, pero siempre hay una excusa. Que si no hay ruta, que si el camión no pasa, que si será dentro de un mes... Mientras tanto, el pueblo se llena de bolsas y suciedad”.
La situación, denuncian, se agrava aún más durante el verano, cuando muchos vecinos retornan a sus pueblos por vacaciones y se incrementa notablemente la generación de residuos. La consecuencia: contenedores saturados, basura acumulada en la vía pública y una imagen deplorable del entorno rural.
Más allá del problema sanitario y estético, en Almeida de Sayago subyace un sentimiento de abandono profundo. “Nos sentimos ciudadanos de tercera”, lamentan. “Aquí pagamos impuestos como todos, pero el servicio de recogida de residuos deja mucho que desear”. Una crítica que no solo pone en entredicho la calidad del servicio, sino que visibiliza la brecha entre las zonas urbanas y rurales en la prestación de servicios esenciales.
La denuncia pública de los vecinos es un grito de auxilio por la basura acumulada. La España rural, golpeada por la despoblación, no solo necesita discursos o promesas electorales, sino una atención real, concreta y constante a sus necesidades básicas. Almeida de Sayago ha alzado la voz. Falta saber si, esta vez, alguien escuchará.

