Nuestra Madre une a la Banda de Villamayor y a los hermanos de paso en un ensayo

photo_camera La Banda de Villamayor y los hermanos de paso de Nuestra Madre posan juntos después del ensayo

La formación musical y la plantilla de carga de la Virgen de las Angustias celebran una convivencia previa a la procesión de la noche del Viernes Santo.

La cuenta atrás ha comenzado. Dentro de un mes Zamora vivirá ya inmersa en su Semana Santa y la ciudad y sus gentes ya se preparan para revivir la Pasión. La devoción a Nuestra Madre une desde hace años a los hermanos de paso de la Virgen de las Angustias y a la Banda de Villamayor de la Armuña (Salamanca) que dirige el zamorano Pedro Hernández Garriga. Juntos se preparan para un nuevo Viernes Santo.

Es ya un rito. Hermanadas en el amor a Nuestra Madre, la Banda de Música de Villamayor y los hermanos de paso de la Virgen de las Angustias se unen en un ensayo para preparar la procesión de la noche del Viernes Santo y para después celebrar una merienda de fraternidad. Juntos harán un año más el recorrido de la procesión, cuando Nuestra Madre salga a las calles de Zamora sobre los hombros de sus hermanos de paso y mecida por los acordes de la banda.

Es un "ensayo" de lujo entre los ensayos que la plantilla de carga realiza en los sábados previos a la Semana Santa. Pero es mucho más que eso. Es un reencuentro de hermanos; hermanos bajo el paso, hermanos de instrumentos. La plantilla de cargadores y los músicos de la banda celebran una jornada de encuentro, cada uno en su sitio, todos a una. Unos, bajo una mesa de ensayo que utilizan desde que preparaban la Coronación Canónica de la Virgen, en 2014; los otros con sus instrumentos en la mano, marcando el paso a los cargadores y ensayando también su paso en procesión. Los músicos hacen un esfuerzo desplazándose desde Salamanca a pelar frío zamorano, pero el esfuerzo tiene su recompensa y un inmenso agradecimiento por parte de quienes tienen el honor de llevar a Nuestra Madre sobre sus hombros.

Del conjunto nace uno de los preparativos más bonitos de la Semana Santa; a puerta cerrada, como se hacen las cosas que se guardan con celo; a unos kilómetros de la ciudad, en la intimidad, para que cada cual pueda seguir las instrucciones de quienes los dirigen; los hermanos de paso, hombres y mujeres, atentos a las órdenes de José Luis de Castro, Pepete, que mamó la devoción a la Virgen en la cuna y hoy la guía por las calles como antes la guiaba su padre, Felipe; los músicos de Villamayor, a las indicaciones del zamorano Pedro Hernández Garriga, hermano de paso y compositor de una de las más bellas marchas de la Semana Santa zamorana: Nuestra Madre.

Ensayo

Lejos de miradas curiosas, en armonía, cada uno a lo suyo, músicos y cargadores hacen Semana Santa en un polígono industrial un día frío de febrero. Hacen, sueñan procesiones.

Son las cuatro y media de la tarde. Mientras los músicos afinan sus instrumentos, los hermanos de paso colocan las almohadillas en su mesa de ensayo y comprueban el tallaje. Es uno de los pasos previos para que todo salga perfecto en la noche del Viernes Santo, cuando los cuerpos están ya agotados, en la recta final de la Pasión. Entonces el paso pesa más, mucho más. Pero el orgullo de saberla encima puede con todo.

Después, los tambores inician el redoble y los hermanos de paso levantan la mesa. Y fluye la música y fluye el camino y deja de soplar un aire frío que corta hasta la respiración. Porque es otra cosa la que se respira: allí, a cielo raso, se respira el calor de la ilusión, de la devoción, de los ánimos renovados, de hacer cada año mejor las cosas. La ilusión de portar a la Virgen, de lucirla sobre los hombros para que toda Zamora la contemple con su Hijo en los brazos; de tocar con el alma despierta y los labios que el Viernes Santo estarán reventados para que exista un solo paso, un solo ritmo en el caminar de cientos de corazones.

Es más que un ensayo. Es más que una merienda. Es la trastienda de la Semana Santa, la que no se ve, en la que aún late el espíritu vivo, en la que cobra significado la palabra hermandad.

Una foto de familia de ambas plantillas dejará testimonio de otro día vivido, otro día celebrado a la luz de la devoción y de la ilusión; es un eslabón más de unión para el recuerdo. Allá, en Zamora, los acordes del primer Miserere resonaban en Santa María mientras los niños pasaban bajo el manto de La Soledad y la Tuna elevaba sus voces. Todo habla, todo suena ya a Semana Santa.

Salud para el próximo año, hermanos. Nos vemos el Viernes Santo en San Vicente. ¡Salimos de izquierda!

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