El protagonismo de esta velada fue para Fado Centro, un grupo emblemático de la ciudad de Coimbra que trajo consigo no solo la música, sino todo un proyecto cultural que representa la esencia misma del fado académico. Fundado en 2010, Fado Centro es mucho más que un conjunto musical: es una casa de fado viva, un espacio donde se forma, investiga, se expone y se canta el alma de Coimbra los 365 días del año.
La formación estuvo compuesta por João Fariña, Luís Barroso y José Rabasa a las guitarras portuguesas, acompañados por Luís Carlos Santos a la guitarra clásica. Juntos ofrecieron un programa titulado “De Coimbra con amor”, una auténtica serenata universitaria que hizo viajar a los asistentes desde las piedras centenarias del Mondego hasta las orillas del Duero, en un puente cultural y emocional entre las dos tierras hermanas.
El concierto fue presentado, como es tradición, por el secretario general de la Fundación Rei Afonso Henriques, José Luis González Prada, quien destacó no solo la calidad de los intérpretes, sino el vínculo cada vez más sólido entre Zamora y el universo del fado. Una mención especial se reservó al escritor de origen zamorano y residente en Oviedo Ángel García Prieto, quien cada año acompaña el festival con una publicación literaria. Este año, su nuevo ensayo titulado “Fado de Coimbra en Zamora” fue saludado con cálidos aplausos por parte del público.

Entre los asistentes no faltaron autoridades locales y portuguesas, entre ellos el Concejal de Turismo y Cultura de Coimbra, quien saludó al público en un impecable castellano y elogió la acogida zamorana a este género musical tan identitario. Por parte del Ayuntamiento de Zamora, el concejal Christoph Strieder celebró la continuidad de este festival como uno de los grandes emblemas culturales del verano zamorano.

El ambiente fue, una vez más, íntimo, respetuoso y profundamente emocionado. Las guitarras portuguesas resonaron en cada rincón del claustro, transformado en un pequeño teatro a cielo abierto, donde cada nota parecía abrazar a los asistentes con la calidez del alma portuguesa. Zamora volvió a vibrar al compás del fado y se confirmó, un año más, como una ciudad entregada a esta música que trasciende fronteras y generaciones.
